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EMILIA CABALLERO: El último café

¡Buenos días, aventurero, y bienvenido de nuevo!


En esta ocasión, es para mí un placer presentarte un ejemplo de relato largo. Este es el principio de uno de mis primeros libros (que se quedó en desarrollo), por lo que carece de un final cerrado. Solo me queda decirte que disfrutes de la lectura y recordarte que la historia se encuentra dividida en ocho capítulos, cada cual marcado con separadores para que puedas continuar con la lectura más tarde si te apetece. ¡Buen viaje!


 
 

-PRÓLOGO-


El cementerio de Sanlúcar de Barrameda, solamente iluminado por la tenue luz de la luna, permanecía en silencio desde que se cerraron sus puertas. Era una fría noche de domingo, día en el que allí no estaban ni los encargados de mantenimiento. No había ni un alma vagando por los pasillitos de tierra que se formaban entre las lápidas de los antepasados de aquella ciudad, pero sí se podía ver cómo, encima de los muros que defendían el cementerio, se comenzaban a reunir bandadas de cuervos. Aquellas aves apenas visitaban aquel lugar, pero, cuando lo hacían, auguraban momentos difíciles para el pueblo entero. Quizás la muerte de un ser importante y querido, o a lo mejor era solo una mala época económica para una empresa. Sus graznidos, cada vez más presentes, se mezclaron con un extraño ruido proveniente del interior de la tierra, el cual sonaba como si algo estuviese removiéndola para salir. De repente, un agujero se formó en suelo marrón que tapaba los cadáveres, abriéndole paso a una criatura proveniente del subsuelo con cualidades nunca vistas. Su cuerpo no era otra cosa que una masa verde y viscosa, y, para desplazarse, se movía de izquierda a derecha como si de una serpiente se tratara. Nada más lograr salir de la tierra, comenzó a analizar sus alrededores. No contaba con ojos, pero, sin explicación alguna, podía ver con claridad todo lo que le rodeaba. En cuanto comprobó dónde estaba, empezó a moverse, reptando hacia cualquier agujero que le permitiese salir de aquel lugar de muertos.

 

-CAPÍTULO 1-


-¡Necesito vídeos, Emilia, vídeos!- El jefe de la reportera no paraba de golpear la mesa con furia. Emilia tenía un defecto, y ese era que nunca podía grabar en buenas condiciones. Su pulso fallaba, siempre se equivocaba a la hora de enfocar y no solía filmar lo importante. Ella era más de observar con sus propios ojos y luego, más tranquilamente, reflejar lo que había visto en un artículo. Quería gritar todo lo que pensaba a su jefe, pero no podía permitirse perder su trabajo por un ataque de ira. -Le juro que de veras lo intento.- Respondió, reprimiendo sus emociones Su superior dio media vuelta con su silla giratoria y miró a través de la ventana de su despacho, dejándola sentada a sus espaldas. -Entonces tendrás que llevar un compañero.- Propuso él Emilia ni siquiera soportaba ser observada mientras laboraba. ¿Cómo iba a poder colaborar con alguien? -Ni de broma. Yo trabajo sola.- Replicó la reportera El hombre desvió los ojos hacia ella, mirándola por encima del hombro. -Pues espero que me tengas preparado un buen artículo antes del viernes que viene, porque si no… prepárate para saber lo que es el teamwork. Puedes retirarte.- Emilia, enfadada, se levantó de la silla y salió de la oficina. Odiaba cuando su jefe usaba palabras en inglés para creerse superior. Lo odiaba a él. Odiaba su trabajo. A medida que se alejaba de la oficina de su jefe, sus pisadas eran más pesadas y sonoras. Pasaba al lado de los escritorios de sus compañeros, notando cómo sus miradas se fijaban en ella indiscretamente. -¡Y ya llegó la fotógrafa profesional! ¿Riña con el jefe?- La fácilmente reconocible voz de Marta sonó en el flanco izquierdo de la periodista, despejándola de sus pensamientos. -Ven, siéntate.- Agradecida, Emilia asintió y aceptó la invitación, colocándose al lado de su amiga. -Pues sí. Ese tío solo me llama para darme por saco.- Afirmó mientras buscaba su móvil Marta rió levemente y le acercó una taza de chocolate caliente. En teoría, Emilia estaba a dieta, pero no pudo combatir el irresistible olor del cacao con leche. -¿Seguro que no has hecho nada mal? Ya sabes cómo es él, siempre buscándole fallas a todo.- Emilia dio un sorbo rápido al chocolate y negó con la cabeza. -Nada de nada. Te lo puedo enseñar, vamos.- Juró Para probar que tenía razón, la reportera agarró su móvil y buscó el último trabajo que le había entregado a su jefe. -¡Mira!- Le decía mientras bajaba el texto por la pantalla táctil -Cinco horas de trabajo a la basura solo porque el señorito quería un vídeo.- Marta observó en silencio, asintiendo a todo lo que su amiga le decía. Cuando Emilia terminó de mostrarle todo, le pasó una mano por encima del hombro e intentó relajarla. -No pasa nada. Solo queda media hora de trabajo, así que ve recogiendo tus cosas y ya cuando estés en tu casa te das una ducha y te relajas, que lo necesitas. Palabra de amiga.- Le aconsejó Suspirando, Emilia se levantó y le dedicó una sonrisa a su compañera. -Eso haré.- Le prometió -Nos vemos mañana entonces.- Con un último abrazo, ambas mujeres se despidieron y se dirigieron a sus respectivos puestos para recoger sus pertenencias. Emilia no podía parar de pensar en lo que iba a hacer con respecto al trabajo. ¿Lo dejaría, hablaría con su jefe o intentaría aguantar hasta que surgiera una mejor opción? En cuanto terminó de guardar todo, se dirigió a la salida del edificio y tomó rumbo hacia la estación de autobuses más cercana, deseando poder refugiarse de una vez por todas entre el reconfortante calor de sus sábanas.

 

-CAPÍTULO 2-


La luna ya se había alzado en el cielo cuando Emilia llegó a su casa, cerrando aquel día que, por suerte, había sido bastante tranquilo. Sin contar el conflicto que había tenido con su jefe, claro. Lo que ella tenía como hogar era una simple vivienda en una urbanización más bien problemática. El tráfico ilegal de drogas como la cocaína o la heroína era habitual en aquella zona, pero Emilia siempre se mantenía al margen de todo eso. Ahora ya se encontraba a salvo en su humilde morada, preparándose para dormir. -Algún día me iré a Miami. Estoy hasta el coño de todo.- Decía mientras se lavaba los dientes y se ponía el pijama al mismo tiempo Justo cuando terminó de cepillarse los dientes, el timbre de su teléfono sonó por toda la casa, rompiendo el silencio que reinaba en esta y haciendo que Emilia, aun estando cansada, se enjuagase la boca y fuese rápidamente a responderlo. -¿Alex?- Preguntó al ver quién la llamaba Hacía mucho tiempo que no sabía nada de aquel hombre. Alex fue la primera persona a la que conoció en las oficinas, pero no se habían vuelto a ver más desde que el departamento los puso en turnos diferentes. ¿Para qué la estaba llamando? -¡Emilia!- Se escuchó al otro lado de la línea -¿Qué tal va todo? Hace mucho que no nos vemos.- La voz de su excompañero sonaba tan alegre y viva como Emilia recordaba. Por suerte, algunas cosas nunca cambiaban. -¡Hey! Pues la verdad es que no, no nos hemos visto más desde que me trasladaron al horario de tarde. Aunque, a decir verdad, he estado tan ocupada últimamente que ni me acordé de que éramos amigos.- Admitió con un leve tono de tristeza El hombre soltó una leve risita. -No pasa nada. Es más, para eso te he llamado hoy. Estaba pensando... ¿me dejarías invitarte a comer mañana? Me han dado el día libre, así que sería perfecto si nos vemos un poco y nos ponemos al día. ¿Qué te parece?- Emilia se quedó en silencio durante unos instantes. ¿Alex y ella? ¿Solos? Sonaba más a una cita que a una simple quedada para hablar. -Venga, vale. ¿Por qué no?- Respondió por fin -¿Dónde comeríamos? -¿Sabes ese restaurante que está cerca de mi casa? Aquel en el que sirven platos italianos.- La reportera recordó aquel lugar. Había ido con Marta varias veces, por lo que sabía perfectamente qué tipo de sitio era. El restaurante del que le hablaba Alex era uno de los más caros de la ciudad, conocido por el glamour con el que presentaban cada uno de sus platos y por sus deliciosos postres. ¿De dónde había sacado el dinero para invitarla a comer ahí? -Sí, claro que lo conozco.- Afirmó -¿Pero no es un poco caro?- -No te preocupes por el dinero, que me he hecho amigo del que dirige el restaurante. Quedamos a las dos en punto, así me da tiempo de terminar una cosa que tengo pendiente del trabajo.- -Entonces allí estaré, Alex.- -Lo mismo digo. Descansa bien.- Emilia le deseó buenas noches, colgó el teléfono y se tumbó en su cama, agarrando su despertador y programándolo para que sonase antes de lo normal. Cuando ya tenía todo listo, se tapó con las sábanas y cerró los ojos, lista para descansar. -.-.-.-.- Un rayo de luz entró en la habitación de Emilia, iluminando su lecho y despertándola lentamente. Con un leve bostezo, la reportera se desperezó y se levantó de la cama, lista para comenzar la jornada. Lo primero que hizo fue, como todos los días, dirigirse a la cocina para ver qué podía tomar para desayunar. -¿Qué tenemos por aquí?- Dijo para sí, abriendo el frigorífico Lo único que pudo encontrar dentro de este fue un cartón de leche y un paquete de jamón a punto de pasarse de fecha, así que hizo una mueca de decepción y agarró ambas cosas. -Supongo que tendré que ir al supermercado un día de estos.- Sin seguir rechistando, cogió un poco de pan del día anterior y se preparó un sándwich de jamón, acompañado con un vaso de leche caliente. Mientras comía el pequeño bocadillo que se había hecho, agarró el mando de la televisión que tenía instalada en la cocina y la encendió, buscando su canal de noticias favorito. Por suerte, el programa había apenas comenzado, y el presentador de este aún no había dado la información que realmente importaba. -…aparte de las pequeñas lluvias que se presentan en Sevilla y en Cádiz.- Como de costumbre, las previsiones del tiempo terminaron a la misma hora de siempre. La voz del presentador sonaba alta y clara en la televisión de Emilia, acompañando a la reportera mientras se acababa su comida. -Ahora vamos con las noticias locales: Varios oficiales del cuerpo de policía de Sanlúcar de Barrameda han encontrado, en el cementerio de la ciudad, un extraño orificio del tamaño de una persona. Los agentes piensan que ha sido un intento de exhumación, propio de cualquier grupo vandálico, pero lo cierto es que no hay nada que indique que esa teoría pueda ser cierta. Además del agujero, el cuerpo de policía nos informa de la presencia de una sustancia verdosa bastante extraña que, aparentemente, se encuentra esparcida por todo el cementerio. Después, en Sevilla, varias tiendas fueron asaltadas de manera organizada…- En cuanto el hombre dejó de hablar de las noticias locales, Emilia apagó la televisión y dejó el mando en la encimera, dándole unos últimos mordiscos a su bocadillo. -Vándalos en los cementerios, lo que le faltaba a esta ciudad. Empezamos bien el día…- Con el desayuno ya terminado, volvió a su habitación y se preparó para la cita que tenía planeada para aquel mediodía. Como quería verse bien ante Alex, se armó con sus prendas más estilosas y se cubrió con sus mejores maquillajes. Una vez lista, se sentó en su sofá y agarró el periódico que cogió prestado de las oficinas de su trabajo el día anterior. Ella ya sabía las noticias que aparecían en este, pero nunca estaba de más comprobar que todo estaba en orden y, de paso, dejar pasar el tiempo hasta que llegase la hora de ir al restaurante con su amigo.

 

-CAPÍTULO 3-


El olor a comida de restaurante acompañado del ruido de platos y vasos en movimiento confirmó a Emilia que había llegado a la cita justo a la hora de comer. Su casa estaba bastante lejos del lugar en el que había quedado con Alex, así que tuvo que pedir un taxi para llegar puntual. Después de pagar al conductor, se bajó del vehículo con cuidado y comenzó a andar hacia la entrada del local. -Con permiso…- Susurraba mientras trataba de pasar entre las mesas exteriores del local La ropa que había escogido para aquella ocasión le era levemente incómoda, pero, por desgracia, no tenía nada más limpio en su armario que no fuera ropa casual. Los tacones que se había puesto apenas le dejaban andar, y su vestido le reducía drásticamente la movilidad a la que tan acostumbrada estaba. <<¿Dónde estará Alex?>> Se preguntó una vez entró en el edificio El interior del local estaba completamente lleno, desbordado de familias y grupos de amigos que, como a ella y a Alex, se les había ocurrido la idea de tomar allí el almuerzo. Montones de camareros pasaban por los laterales de Emilia, trasportando bandejas con expresiones de concentración absoluta para no dejar caer los platos que los cocineros les habían dejado en sus manos. La reportera se internó un poco más, esperando poder encontrar por fin a su amigo. Para su suerte, no tardó mucho en escuchar la familiar voz de Alex por encima de todo el barullo que había montado a su alrededor. -¡Emilia!- La llamaba, alzando uno de sus brazos -¡Aquí!- Su sorpresa fue grande cuando, al girarse, se encontró con un Alex completamente diferente al que ella había conocido hacía ya meses. Su rostro seguía igual, pero su cuerpo había cambiado completamente. Cuando hablaron por primera vez, él era una persona levemente gorda, pero, de repente, se había convertido en alguien aparentemente sano y musculado. ¿Qué había estado haciendo? ¿Ejercicio diario? Para no hacerle esperar mucho, le devolvió el saludo y caminó hacia él, sentándose en frente suya y dedicándole una sonrisa. -Hola, Alex. Me alegro de verte.- Dijo para comenzar a conversar Su excompañero le correspondió la sonrisa y asintió. -Lo mismo digo, Emilia. ¿Qué tal todo? ¿Sigues trabajando con Marta? Con ella me veo de vez en cuando, ya que vivimos cerca y todo eso.- Emilia, para acomodarse, dejó su bolso en una silla que estaba libre a su lado. -Pues me va todo bastante bien, la verdad. El jefe sigue siendo todo un cabrón, pero es lo que hay. Y sí, sigo con Marta. Menos mal que te la presenté cuando tuviste que cambiarte por unos días al turno de tarde, porque si no lo hubiera hecho me atrevería a decir que no tendrías ningún amigo cerca de tu casa.- -Tienes razón.- Admitió el hombre -Es muy buena amiga, y eso de que viva a unos pasos de donde vivo yo es muy útil para ambos.- -¿Y a qué se debe estas ganas tan espontaneas de verme?- Se aventuró a preguntar la mujer -¿Tanto extrañas mi innata belleza?- Añadió con una leve risa Alex sonrió y se encogió de hombros, acercando después una de sus manos a la carta del restaurante que se encontraba en una esquina de la mesa. -Aquí venimos a comer, no a presumir sobre nuestras "cualidades innatas"- Dijo haciéndose el molesto pero con claro tono de broma -Lo que tú digas, Alex.- -.-.-.-.- -…y eso fue lo que hice para que me confundieran con un vándalo.- El tiempo pasaba bastante rápido para Emilia. Desde que pidieron el primer plato, cada vez más era la confianza que se podía notar entre ella y su amigo. Habían estado toda la comida charlando y poniéndose al día entre ellos, complementando la velada con platos y bebidas. -¿A quién se le ocurre llevar un bate de beisbol por la calle en la madrugada, Alex?- Las risas abundaban en la conversación, solamente interrumpidas cuando tocaba llevarse algo de comida a la boca. -Lo había ganado en una competición de un bar, ¡no tenía otra opción! Era eso o dejarle mi premio a un completo desconocido.- La hora de comer se esfumó rápidamente, y llegó el momento de escoger el último plato del menú: el postre. Cuando por fin decidieron lo que iban a tomar, Alex levantó una de sus manos y captó la atención del camarero, ordenándole un café para él y una mousse para Emilia. Sus pedidos no tardaron mucho en llegar, y la reportera comenzó a comer tan pronto le pusieron su plato delante. Alex, en cambio, decidió esperar a que su bebida se enfriase un poco. -¿Y qué vas a hacer cuando terminemos de comer?- Preguntó Emilia después de probar una cucharada de su mousse -Harás algo especial en tu día libre, ¿no? Alex asintió, abriendo un pequeño sobre de azúcar y vertiendo su contenido en el café, seguidamente mezclándolo de manera lenta y delicada con una cuchara. -Pensaba simplemente darme una vuelta por toda la ciudad, solo para conocérmela mejor.- -No te recomiendo que pases por mi zona. Si lo haces, puede que te roben.- Le advirtió Emilia -¿Por dónde planeas pasear?- El hombre se encogió de hombros y bebió un poco de su café. De repente, se puso a toser con fuerza y a dar leves golpes en la mesa. La reportera dejó escapar una carcajada y le acercó unos pañuelos que ella siempre tenía guardados en su bolso. -¿Demasiado fuerte, machote?- Preguntó, bromista, para molestarle Su amigo hizo un gesto negativo con la mano y se llevó uno de los pañuelos a la boca para limpiársela. -Te prometo que he notado algo extraño.- Juró mientras miraba extrañado la taza de la que había bebido Emilia suspiró aliviada y rió, señalando discretamente al hombre que los había atendido. -Ese seguro que te ha escupido en la taza. Eso en mi barrio es pelea, lo dejo ahí..- Bromeó Su amigo, para seguirle el juego, hizo como que se remangaba la camiseta para pelear contra el camarero. -No le pego porque nos tenemos que ir ya, que si no…- Ambos periodistas rieron y se levantaron de la mesa. Cuando ya habían recogido sus cosas, pagaron la cuenta y salieron del restaurante. -Supongo que no ha estado mal, ¿no? A pesar del café que te han preparado, quiero decir.- Atrevió a decir Emilia Con una sonrisa grabada en su rostro, Alex miró hacia su excompañera. -Claro que no. Bueno, Emilia, ha sido un placer tomar café contaminado contigo.- Dijo a la vez que se acercaba para darle un abrazo Emilia no se quedó atrás y se despidió también. -Pasa una buena tarde, Alex.- Ambos se dieron dos besos y se fueron cada uno por su camino. La reportera se lo había pasado genial en aquella "cita", y estuvo pensando, durante todo el camino de vuelta a su casa, cómo y cuándo podría repetirla.

 

-CAPÍTULO 4-


Dos días habían pasado desde que Emilia quedó con Alex en el restaurante italiano. Como todas las tardes, ahora ella se encontraba escribiendo en las oficinas de su trabajo, intentando terminar lo antes posible un artículo que le había mandado redactar su jefe. La reportera tecleaba rápidamente, dando pequeños sorbos de vez en cuando al chocolate caliente que se había comprado en una máquina de café y, mientras, hablando con Marta. -¿Y qué has hecho en estos días? Que no me has contado nada, chica.- Le echó en cara su amiga cuando, después de hablar sobre el trabajo, se habían quedado sin tema de conversación Emilia soltó un suspiro y se giró hacia su amiga, mirándola fijamente -Tú tampoco es que me hayas preguntado, lista.- Le respondió con una sonrisa -Ya, claro. Pero podrías venir a mi escritorio a visitarme, ¿no crees? Me tienes desatendida…- Replicó Marta a la vez que, lentamente, acariciaba los hombros de su compañera de manera sensual para molestarla -¡Vale, vale! Lo que tú quieras. ¿Qué te gustaría que te contara?- Dijo por fin Emilia -Con que me dejes terminar mi trabajo, todo bien.- Al escuchar las condiciones de Emilia, Marta dejó de molestarla y se mantuvo quieta en su silla. -Alex ha estado enfermo últimamente.- Comenzó a hablar -Así que ayer me pidió que le llevara un plato de arroz, que ya me lo pagaría más tarde.- Emilia dejó de escribir por unos instantes. ¿Le había sentado mal algo del restaurante? -Pobre, no sé qué le habrá pasado.- La otra mujer sonrió con malicia y se acercó un poco más a su amiga. -¡Claro que lo sabes!- La desmintió -Me ha dicho un pajarito que fuiste a comer con él hace un par de días…- -¿Quién te lo ha contado? ¿Ha sido Alex, no?- -Premio. Me dijo que se lo pasó muy bien, y que le encantaría tener otra cita contigo en cuanto se recupere. Creo recordar que él no quería que te lo contara, pero no he podido controlarme.- Confesó Marta dejando escapar una risa pícara Volviendo a dirigir su atención al trabajo que le había mandado su jefe, Emilia bebió un poco de su chocolate y reanudó su escritura. -¿Pero qué le pasa exactamente? Creo que debería visitarlo.- -Dolor de barriga, visitas al baño frecuentes y una necesidad algo rara de comer mucho.- Enumeró Marta -Y es verdad, creo que deberías visitarlo hoy al salir del trabajo. Te acompañaría, pero tengo muchas cosas que hacer en mi casa.- Añadió al final La reportera asintió sin parar de trabajar. -Tienes razón.- Admitió -Cuando termine esto tomaré el bus e iré a visitarlo.- -Es lo mejor que puedes hacer, la verdad. Bueno, yo creo que tengo que volver a mi escritorio. Las páginas web no se diseñan ni se actualizan solas.- -Buena suerte con eso, Marta.- Le deseó Emilia con una sonrisa -Yo también seguiré con lo mío, así que ya hablamos mañana.- Concluyendo esa conversación, ambas mujeres se pusieron a trabajar en sus respectivos escritorios, deseando que el tiempo pasara rápido. -.-.-.-.- Rodeada de un grupo pequeño de personas, Emilia se encontraba esperando, como todos los días, el autobús, sentada en el banco que había en la parada más cercana a las oficinas. Hoy, aunque estuviese ansiosa por llegar a su casa, se veía en la obligación de ir a visitar a Alex, por lo que dejó pasar el autocar de siempre y aguardó al siguiente, el cual, según tenía entendido, la llevaría directamente al barrio donde vivía su amigo. Mientras esperaba sentada, distraída simplemente por sus auriculares MP3, no podía parar de pensar en lo que le podía estar sucediendo a Alex. ¿Dolor de barriga y necesidad de comer mucho? No había visto semejantes síntomas en ninguna enfermedad que conociese. -Lo que le pasa a Alex no le pasa a nadie.- Susurró para sí En cuanto vio la silueta del autobús girando la esquina y dirigiéndose hacia ella, guardó sus auriculares en el bolso y cogió un par de euros para pagar el viaje. Después de tener el billete en sus manos, fue hacia uno de los últimos asientos y se acomodó en él, mirando el paisaje por la ventanilla mientras llegaba a su destino.


-.-.-.-.- -Hola, Emilia. ¿Qué tal todo? ¿A qué se debe la visita?- La voz de Alex sonó apagada cuando le abrió la puerta a Emilia después de que esta tocase su timbre. Irradiaba un claro olor de enfermedad, y su piel era más blanca de lo que era antes. -Marta me ha contado que estás enfermo.- Respondió Emilia -¿Qué te pasa? ¿Has intentado ir a un médico?- Su amigo negó con la cabeza y la invitó a entrar a su casa, conduciéndola al salón y ofreciéndole asiento. -Me duele la barriga a horrores, y no paro de ir al baño. Intento vomitar, pero no puedo. Justo estaba cocinando algo de arroz, así que siéntate y deja que vaya a comprobar que todo está en orden.- Emilia se imaginó la situación. ¿Qué clase de virus podía provocar eso? Mientras se sentaba en un sillón, examinó al hombre con un vistazo rápido antes de que se fuera. Parecía estar muy débil. -Yo tengo ahora poco tiempo, pero si quieres puedo acercarme mañana por la mañana si necesitas algo.- Se ofreció, alzando la voz para que Alex la escuchase desde la cocina No se escuchó respuesta alguna, así que Emilia esperó sentada en el salón, mirando fijamente la puerta por la que su amigo había desaparecido. Cuando volvió, lo hizo con una bandeja de arroz, un vaso de agua y una taza de lo que parecía ser algún tipo de infusión. -Lo siento por no poder invitarte a nada, pero mi cuerpo me lo impide.- Se disculpaba mientras ponía su comida en la mesa central del salón -No pasa nada, Alex.- Negó Emilia -De todas formas, tampoco es que tenga mucha hambre.- -¿Y cómo vas a volver a tu casa, ahora que lo pienso? Queda lejos.- Percatándose de que no había tomado eso en cuenta, Emilia se encogió de hombros, intentando pensar en una solución para ese problema. -No tengo ni idea.- Admitió -Creo que tengo dinero guardado en mi bolso, así que a lo mejor puedo pedir un taxi…- -Llévate mi coche.- Planteó Alex -No lo voy a usar para nada, así que ya mañana me lo devuelves.- Emilia miró a su amigo con una sonrisa y aceptó sin pensarlo dos veces. -Mañana te traeré algo de desayunar como agradecimiento.- Feliz de saber que iba a tener la ayuda de su excompañera de trabajo, Alex se levantó de su asiento y le hizo señas a Emilia para que lo siguiera. Pasando por la cocina, llegaron al garaje, donde estaba guardado el coche de Alex. -Menudo carro, ¿no?- Comentó la reportera al ver que el vehículo de su amigo era visiblemente caro -Era de mi padre.- Respondió Alex con una sonrisa -Y toma, necesitarás estas para conducirlo.- Tintineando y resplandeciendo a la luz de una bombilla que había en la sala, unas llaves colgaban en la mano derecha del hombre. En cuanto Emilia las agarró, las usó para abrir la máquina y meterse dentro de ella, acomodándose directamente en el asiento del conductor. Delante suya se encontraba un panel de control claramente moderno, lleno de botones y, justo en medio de estos, una pantalla táctil GPS. -Tengo carnet de conducir, lo prometo.- Juró después de encender el motor Sonriente, Alex se dirigió a la puerta exterior del garaje y la abrió pulsando un botón, dejando espacio a Emilia para que saliera. -¡No me lo rayes, y acuérdate del desayuno!- Dijo en voz alta Con un movimiento de manos, Emilia y Alex se despidieron. Ahora con un coche en sus manos, la reportera tomó rumbo a su casa con mucha más seguridad que si hubiese tenido que ir andando por las oscuras calles de su ciudad. Llegó a su destino en escasos minutos, y, cuando lo hizo, dejó el coche de su amigo aparcado cerca de la puerta principal y se metió en su casa, ansiosa por poder comenzar con su ritual nocturno y, por fin, dar por terminado el día.

 

-CAPÍTULO 5-


Una fresca brisa matutina acariciaba el recién lavado rostro de Emilia, seguida del leve motor del coche que Alex le había prestado y solamente interrumpida cuando la reportera tuvo que detenerse a recoger el desayuno que había encargado aquella misma mañana. Había estado muy ocupada desde que se despertó, así que pensó que lo mejor sería llamar a una de las mejores tiendas de comida por encargo de la ciudad y pedir que le hicieran una tortilla de patatas para dos personas. Emilia, vestida con las primeras prendas que vio en su armario, ya se encontraba conduciendo por las calles de Sanlúcar, totalmente convencida de que había hecho bien en comprar aquella tortilla. El tentador olor que invadía el coche se lo confirmaba. Se acordaba perfectamente del tramo que siguió la noche anterior, por lo que le fue sumamente sencillo volver por sus propios pasos. -Y aquí estamos.- Comentó con un susurro en cuanto llegó a su destino Después de aparcar sin problema alguno el coche de Alex, la reportera tomó con cuidado el plato en el que había guardado la tortilla y comenzó a andar hacia la puerta de la casa de su amigo. Para su sorpresa, las ventanas delanteras de esta yacían cerradas a cal y canto. El dormitorio de su amigo se encontraba en la primera planta, así que… ¿por qué iba Alex a cerrar las que daban a la planta baja? Ignorando aquel extraño detalle, levantó una de sus manos, con cuidado para no dejar caer la comida que llevaba en ellas, y la acercó al timbre que tenía en frente suya. -¿Alex?- Preguntó alzando la voz después de sonarlo Esperó durante unos cuantos segundos, pero no hubo respuesta. Extrañada, repitió el proceso varias veces, recibiendo siempre el mismo resultado. <<Qué raro.>> Pensaba mientras examinaba la puerta que tenía enfrente <<¿Estará estropeado el timbre?>> Cada vez más impaciente, sacó su móvil y marcó el número de su amigo. De nuevo, nada. Trató de pensar de qué otra manera podía intentar contactar con él. No se acordaba siquiera de su teléfono fijo. ¿Qué le podía estar pasando? Para colmo, la tortilla comenzaba a enfriarse en sus manos. -Y si...- De repente, una brillante idea pasó por su cabeza. Una vez que Alex la invitó a casa, se le olvidaron las llaves en el trabajo y tuvo que optar por coger unas de repuesto que guardaba debajo de una maceta. Ocurrió hace mucho tiempo, cuando ellos aún compartían el mismo horario laboral. ¿Seguirían allí después de todo este tiempo? Con un pequeño brote de esperanza, Emilia buscó con la mirada el escondite en el que Alex guardaba aquellas llaves. No se encontró con ninguna maceta, pero estaba completamente segura de que tenían que estar en algún lado. Comprobó todos sus alrededores, descubriendo por fin que lo que buscaba había estado siempre debajo de ella. Guardadas en el escondite más obvio del mundo, unas llaves metálicas se encontraban tapadas por un felpudo marrón en el que estaba inscrita la palabra "Welcome". -Aquí estáis.- Dijo la mujer, agachándose a recogerlas Una vez las tenía en sus manos, escogió la que le parecía la indicada para la puerta principal de su amigo y la insertó en su respectiva cerradura, girándola al comprobar que encajaba perfectamente. El chirriante ruido de unas bisagras girando provocó un suave escalofrío en el cuerpo de Emilia a la vez que ella se internaba en la casa. Cuando pasó al salón principal, todo estaba a oscuras. La reportera intentó encender la luz pulsando el interruptor que estaba a su derecha, pero las bombillas no funcionaban. -Lo que faltaba.- Nuevamente, Emilia agarró su móvil, activó la linterna que este traía y echó un vistazo rápido a su alrededor, descubriendo el motivo por el que Alex había cerrado las ventanas delanteras de la casa. Una sustancia verde y aparentemente viscosa tapaba los muebles y las paredes de la casa. Las telas de los sofás parecían en proceso de descomposición, y los marcos metálicos de las ventanas estaban oxidados. -Pero qué cojones…- Dejó escapar la mujer, llevándose una mano a la boca y aguantándose las ganas de vomitar Su cuerpo le pedía que saliese de ahí lo antes posible, pero su instinto de reportera le decía lo contrario. Andando cautelosamente a pesar de tener su corazón a mil por hora, se fue internado cada vez más en la casa. Su respiración comenzaba a acelerarse gradualmente, y la mano le temblaba. A medida que caminaba por los pasillos y salas de la vivienda, un asqueroso olor, parecido al de vómito, se colaba en por sus fosas nasales. ¿Qué había pasado aquella noche, y que era aquello que recorría cada rincón? ¿Dónde estaba Alex? Miles de incógnitas la asaltaban, pero, por ahora, lo único que podía hacer era grabar todo lo que estaba pasando con la cámara de su móvil. Se encontraba en la cocina, probablemente la habitación más grande por la que había pasado hasta ahora. -Me encuentro en la casa de Alex, mi antiguo compañero de trabajo.- Comenzó a recitar, inconscientemente, como si de un documental se tratase -No hay ningún rastro de él, y me es imposible contactarle.- Emilia apuntaba con su foco todo lo que la rodeaba, intentando registrar la mayor cantidad de fotogramas posible. Concentró todas sus fuerzas en mantenerse relajada, pero el miedo a lo desconocido la obligaba a permanecer siempre alerta. -La cosa esta…- Prosiguió, señalando con un dedo la sustancia desconocida -…está por todos los rincones de la casa. No me atrevo a inspeccionarla, porque parece bastante dañina.- No sabía para qué ni para quién estaba grabando eso, pero, aun así, siguió filmando todo lo posible. -Por lo que puedo ver, actúa como un descomponedor, oxidando y corroyendo cualquier cosa que toque. ¿De dónde habrá salido semejante baba? Creo que esto será mejor que llame a la polic…- De repente, el ruido del crujir de un tablón de madera interrumpió en seco a Emilia. -No vas a llamar a nadie, Emilia.- La reportera no podía creerlo. ¿Era esa la voz de Alex? En cuanto se giró, se encontró con la figura de su excompañero. Sus puños estaban cerrados de manera violenta, y su mirada era tan inexpresiva como fija. -¿Alex?- Preguntó la mujer, retrocediendo lentamente -¿Qué… qué está pasando?- Su voz vacilaba, y mostraba perplejidad. En cambio, la del hombre sonaba seria y relajada, algo no usual en él. Poco a poco, la reportera notaba como había cada vez menos distancia entre ellos. -¿Me has llamado Alex?- Le preguntó, con una risa macabra, su excompañero mientras se acercaba a ella, dando pasos lentos -Idiota, Alex está muerto.- Emilia no daba crédito a lo que estaba sucediendo. ¿Qué quería decir exactamente? Notaba algo extraño en él, como si algo lo estuviese controlando. ¿Era ese el Alex que ella conocía? El miedo recorría su espalda, impidiéndole reaccionar. Quería gritar y salir corriendo de aquel lugar, pero, en vez de eso, se quedó quieta y en silencio. -Menos mal que has entrado aquí, Emilia.- Aquella familiar pero a la vez extraña voz retumbaba en su cabeza -Me has facilitado mucho el trabajo.- Cada palabra que salía de la boca de Alex asustaba más a Emilia, la cual permanecía callada, incrédula. -Vamos a hacer esto rápido, ¿vale?- Sin decir nada más, Alex levantó su puño repentinamente y lo cargó con fuerza contra el rostro de Emilia, evitando que la mujer reaccionara. Un indescriptible dolor asaltó la cabeza de la reportera, quien, después de recibir el golpe, empezó a caer rendida al suelo, perdiendo lentamente la consciencia y notando como unas fuertes manos la agarraba de las piernas y la arrastraba por el suelo de la casa.

 

-CAPÍTULO 6-


Una silenciosa oscuridad rodeaba a Emilia cuando esta despertó. Su cabeza daba vueltas, y le era imposible recordar con claridad cómo había llegado a aquel lugar. ¿De verdad había sido Alex quien la había atacado? ¿Por qué haría él eso? Sus manos estaban atadas, inmovilizadas por las muñecas con una cuerda. Un malestar indescriptible recorría sus músculos y huesos, además de la fría sensación de encontrarse atrapada en un lugar bastante húmedo. ¿Qué hacía ella allí? Intentó averiguar dónde se hallaba, pero le era imposible ver nada. También trató de liberarse de sus ataduras, aunque sin éxito aparente. Su cuerpo, sudoroso por la presión a la que estaba siendo sometido, se encontraba tenso y tirado en el suelo. Ni siquiera tenía claro si lo que le estaba pasando era real o una simple pesadilla, así que, completamente desesperada y desorientada, tomó una bocanada de aire y comenzó a gritar por ayuda. -¿¡Hola!?- Bramó lo más fuerte que pudo -¿¡Hay alguien!? ¡Aquí, por fav…!- El seco sonido de unas pisadas la interrumpió de manera inesperada. Emilia, al escucharlo, se calló inmediatamente y agudizó sus sentidos, procurando descubrir de dónde venía. -¿Hay alguien?- Repitió, esta vez con un tono de voz más bajo La reportera notaba cómo su corazón latía cada vez con mayor rapidez, preso del pánico. Lo único que podía percibir era su propia respiración, agitada y pesada al mismo tiempo. Su mirada pasaba frenéticamente de izquierda a derecha, aspirando poder ver otra cosa que no fuera la negrura que la envolvía. -Hay alguien, pero no creo que te vaya a ayudar.- De entre la protección de la oscuridad sonó la voz de Alex, pero esta parecía distorsionada, manipulada. -¿Alex?- Preguntó Emilia, incapaz de ver desde dónde le estaba hablando -¿Qué es este lugar? ¿Y qué quieres de mí?- -Solo quiero tu cuerpo.- Aquella última afirmación dejó en completo shock a la reportera. ¿Acaso iba a violarla? Sus músculos se tensaron, e, inconscientemente, sus piernas se juntaron a más no poder. -¿Qué… qué vas a hacerme? No me hagas daño, por favor.- Rogó, a punto de llorar Imprevistamente, el tacto de unos pulgares recorrió sus temblorosos labios. Ella, completamente asustada y sometida, se limitó a quedarse quieta en su sitio. -No pensaba hacerte daño, solo… necesito que me dejes tomar posesión de ti.- De repente, la blanquecina y cegadora luz de una lámpara de sobremesa impactó directamente en los ojos de Emilia, los cuales se cerraron al instante de notar aquel cambio tan brusco de iluminación. Como acto reflejo, la mujer echó su cabeza a un lado y volvió a separar los párpados, tratando de acostumbrarse a aquella nueva luminosidad. Cuando por fin lo consiguió, giró de nuevo su mirada y se encontró de frente con el serio rostro de Alex. Su mirada permanecía fija en ella, y su expresión facial se mantenía completamente fría. -Como ya te comenté antes de traerte hasta aquí, me has hecho un gran favor al venir hacia mí.- Emilia contemplaba atónita el rostro del que en teoría era su excompañero de trabajo. ¿Por qué estaba actuando así? -¿Qué quieres de mí?- Logró balbucir El hombre se quedó un momento en silencio, observando indiscretamente los ojos de su víctima. Cuando por fin habló, lo hizo poniéndose de pie y dirigiéndose hacia una esquina de la sala. -Lo vas a ver ahora.- Prometió una vez estuvo de espaldas a Emilia –Solo... deja que prepare una cosa.- Sin contexto alguno, Alex encorvó levemente su cuello y puso una mano delante de su boca, comenzando a vomitar una baba que le era familiar a Emilia. ¿Acaso era la que se había encontrado esparcida por toda la casa? -¡Por favor, no! ¿Qué está pasando? ¡Déjame en paz!- Gritaba desesperada, intentando debatirse contra sus ataduras antes de que el hombre volviera a ella con aquella verdosa sustancia rebosando entre sus dedos -Traga.- Le ordenó Alex mientas le separaba sus mandíbulas con una fuerza sobrehumana Emilia, a pesar de estar dando pelea con todas sus energías, se vio obligada a hacerle caso y, con toda la repugnancia del mundo, dejar que vertiese aquello en su garganta. -Buena chica...- Escuchaba por su oreja derecha -Pronto, el mismo "virus", o así lo llamáis los humanos, que ha consumido a tu pequeño amigo te consumirá a ti, pajarito. ¿Y sabes lo peor? Que no puedes hacer nada.- Tan pronto como pudo notar que la había soltado, se dejó caer en el suelo. Era capaz de sentir, completamente asqueada, cómo su interior se llenaba lentamente sin la posibilidad de hacer nada para evitarlo. Cuando por fin logró tragar todo, le dedicó una mirada de odio a su raptor. -¿Qué eres?- Le interpeló decidida -Estaría encantado de explicártelo, pero no hará falta. Por ahora puedes llamarme Exelium, aunque dentro de poco no recordarás nada de lo que ha sucedido hasta ahora.- Cada nueva palabra que salía de la boca de "Exelium" provocaba más pánico en Emilia que la anterior. ¿A qué se refería con que no iba a recordar nada de lo que había suc un edido hasta ese entonces? -¿Qué quieres decir?- Exelium, con actitud confiada, agarró la lámpara que tenía a su lado y la levantó, apuntando con su luz hacia un rincón de la habitación. -Que pronto acabarás como él, querida.- Emilia deseó no haber entrado nunca en aquella casa. Lo que la oscuridad del sótano había ocultado todo ese tiempo no era otra cosa que el cuerpo mutilado de su compañero Alex. Por segunda vez en el mismo día, Emilia se esforzó para no vomitar. Rápidamente, apartó la vista y cerró los ojos con fuerza, deseando que todo aquello fuera solo un mal sueño. -¿Impactante, verdad?- La voz de Exelium resonaba en el interior de su cabeza. -Por cada segundo que pasa, tu cuerpo se somete cada vez más ante mí. ¿No lo notas? Dentro de poco, serás la segunda infectada. Emocionante, ¿no?- Inútilmente, la periodista probó a liberar una de sus manos. -Me encantaría acompañarte en tus últimos momentos de vida, créeme, aunque será mejor que siga investigando acerca de cómo propagar mi… pequeña enfermedad. Nos vemos en el otro mundo, pardilla.- Con una risa macabra, Exelium dio media vuelta y subió las escaleras del sótano, dejando a la mujer tirada a sus espaldas.

 

-CAPÍTULO 7-


El tiempo corría en contra de Emilia, quien aún seguía inmovilizada en el sótano de la casa de su difunto amigo Alex. La mujer había estado intentando liberarse desde que Exelium la atrapó entre aquellas cuatro paredes, pero era incapaz de hacer nada contra las cuerdas que la inmovilizaban. Además, no podía parar de notar cómo la sustancia que había tragado hacía ya unos minutos le invadía la garganta, sintiendo la espesura de esta por todo su cuello. Lágrimas de desesperación brotaban de sus ojos, y, de vez en cuando, se le escapaba un llanto. -¡Ayuda, por favor!- Gritaba a toda voz Sus fuerzas comenzaban a fallarle, pero, cuando ya se estaba dando por vencida, un rayo de esperanza destelló por sus ojos. ¡Las llaves de repuesto de Alex! Si no recordaba mal, una de ellas era larga y tenía forma de sierra. Solo tenía que alcanzarla y frotarla contra las cuerdas para soltarse de sus ataduras. Su vigor se restauró al saber que aún tenía la posibilidad de salir con vida de allí, así que comenzó inmediatamente a tantear por los bolsillos traseros de sus pantalones, dando para su suerte con el relieve que deseaba y sacando lo que iba a ser su salvación. Sin perder más tiempo, agarró la llave más afilada y comenzó a serrar las cuerdas con ímpetu, haciendo que estas, al rato, cedieran. Ahora, Emilia era parcialmente libre. Podía intentar salir corriendo de ahí aprovechando el factor sorpresa, pero lo primero que tenía que hacer era quitarse lo que tenía en su interior. La pregunta era… ¿cómo? Dando uso a su memoria, trató de recordar lo que le pasó a Alex. Él se "infectó" por culpa de aquel café que tomaron en el restaurante italiano, así que lo más probable era que el virus comenzase a expandirse desde el estomago. Si quería salvarse, tenía que arrancar el problema de raíz. -Vamos, solo tienes que vomitar. Tampoco es para tanto, coño.- Se dijo en voz baja para calmarse Llevándose las manos a la boca, metió sus dedos en su garganta lo más hondo posible y los movió una vez estuvieron en su interior. Notó el característico malestar que siente cualquiera que está a punto de vomitar, pero, inexplicablemente, nada salía de su boca. ¿Acaso ese "virus" era tan listo que estaba capacitado para evitar el vómito provocado? -Necesito probar algo más.- Susurró después de haber repetido lo anterior varias veces De la nada, una idea descabellada surgió en sus pensamientos. ¿Y si se golpeaba su barriga? Si eso no funcionaba, nada lo haría. Su vida estaba en peligro, así que no había tiempo para buscar un plan B. -Allá vamos…- Sin planteárselo siquiera, levantó el brazo, cerró su puño y lo bajó de golpe, acertando de lleno en el centro de su barriga. -¡Ah!- Haciendo caso omiso al daño que se estaba provocado, la reportera intentó vomitar, pero de su boca seguía sin salir nada. -¡Joder!- De nuevo, alzó la mano y arremetió con fuerza contra su estomago, repitiendo el proceso tantas veces como hiciera falta. -¡Mierda!- Gritaba cada vez que tenía que golpearse de nuevo Ya se había dado cinco golpes cuando, por fin, su cuerpo cedió. Agazapándose en el suelo, Emilia vomitó, notando cómo, afortunadamente, de su interior emanaba algo más que vomito. Reconoció la misma sustancia que había visto esparcida por toda la casa de su amigo Alex, lo que significaba que estaba fuera de peligro. Por si las moscas, se apartó todo lo que pudo de aquello y se apoyó en una de las paredes del sótano, poniendo una de sus manos en su vientre y la otra en su cabeza. -Uf…- Suspiró nada más sentarse Su cuerpo le dolía de una manera indescriptible, y, además de eso, comenzaba a sentirse mareada. <<No puedo quedarme aquí.>> Pensó <<Tengo que escapar.>> Una vez recuperó el aliento, se incorporó del suelo y se dirigió a las escaleras que llevaban a la planta baja de la casa. Estaba malherida y levemente aturdida, pero no podía detenerse ahora. Ella sabía que, si se quedaba ahí, Exelium la atraparía y mataría tarde o temprano. Un pequeño escalofrío recorrió sus manos en cuanto estas rozaron el pomo de la puerta que daba a las escaleras. Tras abrirla con extrema delicadeza, se asomó levemente, comprobando si el camino estaba libre de peligro. La ruta hacia la salida parecía despejada, pero no podía irse aún. ¿Qué haría después? No podía dejar a Exelium suelto por la ciudad. ¿Y si conseguía transmitir su "virus" a otras personas? Tenía que hacer algo, porque, al fin y al cabo, ¿quién la iba a creer si contaba todo lo que le había pasado? La llamarían loca, y probablemente la despedirían de su trabajo. -No cobro lo suficiente para hacer esto…- Se quejó antes de comenzar a vagar por la planta baja de la casa No tenía ningún plan para acabar con Exelium, pero pensó que ya se le ocurriría algo sobre la marcha. Sus piernas la dirigieron inconscientemente a la cocina, y, una vez allí, comenzó a inspeccionar todos los cajones posibles. Necesitaba encontrar algo con lo que defenderse, aunque solo fuesen unas tijeras. -Perfecto.- Murmuró al encontrarse con un cuchillo de cocina de tamaño considerable Rebuscando un poco más a fondo, pudo encontrar un mechero y varias cuerdas pequeñas. -Esto está demasiado tranquilo…- Susurró al percatarse de que, hasta ahora, Exelium no había dado señales de estar por la casa Después de buscar por toda la cocina, se movió al siguiente cuarto: el garaje. Exelium seguía en paradero desconocido, lo que significaba que, para su suerte, tenía vía libre para idear un plan. -Perfecto, un poco de tranquilidad.- Suspiró Considerablemente más relajada que antes, siguió recorriendo la casa. A medida que pasaba por las distintas habitaciones, se preguntaba qué era aquella sustancia que cubría los muebles. ¿Serían muestras del virus de Exelium? -.-.-.-.- Las horas transcurrían, y Exelium seguía sin aparecer. En todo lo que había pasado de tiempo, Emilia ya había recorrido toda la casa en busca de cualquier cosa que le sirviese para combatir a su captor. -A ver lo que tengo…- Una vez hubo comprobado que no se había dejado nada importante atrás, se dirigió de nuevo a la cocina y puso todo lo que había conseguido encima de una encimera. -Cuchillo, cuerdas pequeñas, mechero, el antiguo móvil de Alex y un bidón de gasoil.- Listaba a la vez que examinaba los objetos Llevándose las manos al cuello, la reportera intentaba pensar en qué podría hacer para salir adelante con todo lo que tenía. De repente, sus pensamientos se coordinaron y se le ocurrió una idea. Descabellada, pero una idea. -¿Y si le monto una trampa?- Se preguntó en voz alta -Tengo fuego, algo para atraer al bicho ese a donde yo quiera y algo para atraparlo. Tengo que intentarlo.- Sin nada más que decir, recogió todo lo que iba a usar y se puso manos a la obra.

 

-CAPÍTULO 8-


Las horas transcurrían rápidamente, y cada vez faltaba menos para que el sol comenzase a esconderse. Durante toda la tarde, Emilia había estado trabajando en la trampa que tenía pensado tenderle a Exelium, preparando y comprobando todo para que nada fallase a la hora de llevar a cabo su plan. Ahora que había terminado, se encontraba descansando en una de las sillas que había en la cocina. -Bien, perfecto.- Dijo para sí mientras se secaba el sudor que se había estado almacenado en su frente Como ya lo tenía todo preparado, buscó rápidamente un lugar en el que esconderse. Si quería que lo que había planeado funcionase, debía permanecer oculta a los ojos de Exelium. No tardó mucho en encontrar su sitio perfecto. Un armario empotrado se encontraba vacío al lado de la puerta del sótano, colocado de tal manera que se podía escuchar todo lo que pasara en las dos entradas de la casa: la puerta principal y el garaje. Además, este estaba dotado de pequeñas rejillas de madera por las que se podía ver todo lo que pasaba fuera sin ser detectado, lo que suponía cierta ventaja cuando llegara el momento de pasar a la acción. -Ahora solo toca esperar…- Dicho eso, se metió en el armario, se acomodó lo mejor que pudo en el suelo y permaneció atenta a cualquier ruido que pudiese advertir de la llegada de Exelium. De mientras que esperaba, repasaba en silencio todos los pasos que tendría que seguir cuando su captor volviese. No estaba completamente segura de si iba a funcionar, pero, por falta de tiempo, no había ideado ninguna ruta de escape. Tenía una sola oportunidad, sin oportunidad de ensayo. Su vida, y probablemente la de sus seres queridos y conocidos, dependía de lo que pasara esa noche. -.-.-.-.- El sonido de la puerta del garaje abriéndose y de un motor apagándose despertó los sentidos de Emilia, quien permanecía escondida en silencio. Su respiración se agitaba a medida que escuchaba los pasos de Exelium cada vez más cerca suya, pero logró calmarla justo a tiempo. -Ahora que todo está hecho, tocaría ver cómo le va a Emilia con su pequeña… transformación.- La conocida voz del falso Alex recorrió las paredes de la casa, avisando a Emilia de que era el momento perfecto para comenzar. Sigilosamente, la reportera buscó su móvil y marcó el número de su ya difunto amigo Alex. Después de unos segundos, se escuchó un rumor desde el primer piso de la casa, justo sobre sus cabezas. -¿Eh? ¿Emilia Caballero? ¿Cómo has logrado escapar?- Como estaba planeado, Exelium sintió la vibración y el ruido del celular y fue a investigar de dónde provenían, subiendo las escaleras rápidamente. Sin malgastar ni un instante, la mujer salió de su escondite y siguió a su captor, intentando no meter la pata ahora que todo parecía ir bien. -¿Dónde estás? No haces otra cosa que atrasar lo inevitable, pajarito.- A medida que Exelium se acercaba al móvil, Emilia preparaba su próximo paso. Silenciosamente, sacó el cuchillo de cocina de su pantalón y se preparó para atacar, empuñándolo con fuerza y esperando a que Exelium abriese la puerta de la habitación de Alex. Emilia pudo ver, solo en ese entonces, cómo se comportaba su secuestrador. Actuaba como una bestia bípeda, andando en posición de acecho y con las manos a la altura de los hombros, como si de un cazador prehistórico se tratase. Su respiración era apenas detectable, y no provocaba ruido alguno mientras andaba. Lentamente, la periodista se iba acercando cada vez más a él, esperando el momento idóneo para acometer. -¡Te tengo!- Gritó Exelium, abriendo la puerta de un empujón Su sorpresa fue grande cuando se dio cuenta de que lo único que se encontraba en el cuarto era un teléfono móvil tirado en el suelo. -¿Pero qué…?- Aprovechando la situación, Emilia arremetió contra él y le clavó su cuchillo lo más hondo posible en el hombro, procurando así dejarle aturdido el mayor tiempo posible. -¡Yo sí que te tengo, hijo de puta!- Gritó con rabia mientras penetraba su piel Dejando el arma en su cuerpo, Emilia empujó con todas sus fuerzas a Exelium y lo tiró al suelo. Intentando actuar lo más rápido posible, corrió hacia la cama de su difunto amigo y agarró el bidón de gasoil que había colocado con anterioridad, lista para pasar a la última parte de su plan. -¿Qué vas a hacer? ¿Matarme? Idiota, tu golpes no me hacen nada.- Escuchaba a sus espaldas Casi sin esforzarse, Exelium logró sacar el puñal de su hombro y dejarlo a un lado, tirado en el suelo. De su herida no salía sangre, sino aquella extraña y viscosa sustancia verde que, como por arte de magia, restauró su cuerpo en un abrir y cerrar de ojos. Su capacidad de regeneración espontánea era increíble, y no tardó más de unos segundos en levantarse de nuevo y dirigirse hacia su víctima. -¡Joder!- Maldijo Emilia al escuchar cómo su enemigo se acercaba a ella cada vez más -¡Ven aquí!- Le gritó Exelium con el puño en alto Emilia, dando uso a sus reflejos, logró esquivar el puñetazo que iba dirigido a su cabeza. Después de haber toreado con éxito aquel golpe, se dirigió rápidamente hacia lo único con lo que podía defenderse. -¡No te resistas!- Escuchó a sus espaldas De nuevo con el cuchillo en sus manos, se giró velozmente para plantar cara a su atacante, el cual ya estaba cargando contra ella. Tenía poco tiempo de reacción, por lo que, sin pensarlo mucho, estocó a Exelium directamente en el pecho. La cuchilla penetró sin dificultad su carne, y Emilia, para que esta vez tardase más en recuperarse, aprovechó eso para empalarlo contra la pared. -¡Ah!- Chilló Exelium En un último ataque decisivo, la reportera corrió hacia la cama, agarró con fuerza el bidón de gasoil y golpeó la cara de Exelium con él, evitando así que se pudiera quitar el cuchillo. -¡A ver si el fuego te gusta!- Esta vez sin dejar actuar al falso Alex, Emilia comenzó a rociar todo el cuarto con combustible, intentando no dejarle escapatoria alguna. Cuando terminó de echar el gasóleo, dejó el bidón en el suelo y salió de aquella sala, sacando de su bolsillo derecho el mechero y las cuerdas que encontró por la casa. -Vamos, vamos…- Con su corazón latiendo con fuerza, encendió una llama y quemó las cuerdas, lanzándolas después dentro del cuarto en el que estaba Exelium y dejando que el gasoil hiciese el trabajo sucio. Casi al instante, insultos y gritos de dolor comenzaron a acompañar el ruido del fuego. -¡Hija de puta! ¡Cabrona! ¡Nos veremos las caras de nuevo! ¡Puede que no sea yo el que te mate, pero será otro de mis compañeros quien lo haga!- Emilia, completamente concentrada en salir de ahí lo antes posible, ya estaba corriendo hacia la puerta principal de la casa, intentando no caerse por las escaleras de lo rápido que iba. Tras atravesar la puerta principal y se verse por fin fuera de la casa, se dejó caer sobre sus rodillas en el suelo y se giró, observando, jadeante, cómo el rojizo fulgor de las llamas se expandía rápidamente por las paredes de la vivienda. -Será mejor que alguien avise a los bomberos…- Después de recobrar el aliento, se levantó y comenzó a caminar por las oscuras calles de Sanlúcar, rumbo a su casa. A medida que avanzaba, se sentía más segura y relajada. Su corazón había disminuido su ritmo hasta uno más normal, y, cada vez más, su respiración volvía a la normalidad. Aunque a la reportera le hubiese gustado que todo hubiera terminado, no podía parar de pensar en las últimas palabras de Exelium: "¡Puede que no sea yo el que te mate, pero será otro de mis compañeros quien lo haga!"¿Acaso significaba eso que habían más como él? Emilia tragó saliva y se imaginó lo peor. Tenía que hacer algo al respecto, pero antes necesitaba descansar.

 
 

¿CUÁNTO COSTARÍA ESTE RELATO LARGO?

Base: $31.5

Complementos: Personaje secundario (+$1.5)

Personaje terciario (+$0.5)

Escena corta x4 (+$4)

Escena mediana x7 (+$14)

Escena larga x3 (+$9)

Precio final: $60.5


 

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