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Expansión (NUA #2)

Actualizado: 28 nov 2020

"La casa en la que había entrado estaba completamente a oscuras, por lo que el gato tuvo que esperar unos segundos para que sus sentidos se acostumbraran antes de adentrarse más. Sus ojos se ajustaron a la poca iluminación y sus oídos se agudizaron. Fue entonces cuando pudo distinguir el llanto de una niña pequeña al otro lado de la casa, acompañado de unos fuertes golpes sobre madera."

 

¡Buenos días, querido lector, y bienvenido a un nuevo blog!


En el día de hoy os traigo el segundo capítulo de mi novela Nuestro Último Aliento, ¡ahora disponible en Wattpad! Espero de corazón que lo disfrutes y que me dejes tu más sincera opinión en la caja de comentarios.


¡Buena lectura!


 

28/01/2022


Una moto recorría con rapidez las calles de Sevilla, vacías tras todos los accidentes que habían estado sucediendo últimamente en aquella ciudad. Montado en ella se encontraba Noah, un gato de aspecto joven que vestía un uniforme de repartidor de comida a domicilio. El restaurante para el que trabajaba, por suerte para él, había logrado mantenerse en pie a pesar de lo sucedido días atrás. Aun así, sus superiores decidieron cerrar el local al público y dedicarse única y exclusivamente a la comida a domicilio. Las excusas que habían usado para calmar a los que se habían quedado sin trabajo fueron cuanto menos extrañas.


"Es solo una medida temporal. Nuestro negocio se ha visto afectado por lo ocurrido el día 22 de este mismo mes, necesitamos dejar que el tiempo cubra aquel incidente antes de volver a abrir el local." escribieron en una carta antes de despedir a los animales cuyos puestos ya no eran necesarios.


El repartidor agradecía día tras día el hecho de haber mantenido intacto su sueldo, pues le era de vital importancia para mantener su carrera universitaria. Lo que ahora preocupaba al felino era su amigo Iván, quien no había dado señales de vida desde que, según le contaron sus compañeros, logró escapar del restaurante por la puerta trasera de este. ¿Qué le habría sucedido? ¿Habría ido al hospital? ¿Seguiría vivo siquiera? Noah expulsó todas aquellas preguntas sin respuesta de sus pensamientos y se concentró en el encargo que transportaba justo a sus espaldas, recordando la dirección en la que tenía que entregarlo. Con un movimiento de muñeca, aceleró su motocicleta y siguió su camino, llegando a su destino a los pocos minutos.


-Vamos allá.-


Tras aparcar su vehículo, el felino agarró la bolsa de comida y buscó la puerta que le habían asignado para la entrega, encontrándose delante de un bloque de pisos bastante moderno y aparentemente tranquilo. Se acercó al panel de los timbres y tocó el 3ºB.


-¿Diga?- Se escuchó desde el aparato


-Entrega a domicilio. ¿Es usted Simón?- Preguntó Noah


-Sí, pase.-


Un leve ruido mecánico invitó al repartidor a entrar, desbloqueando la cerradura de la puerta principal. Noah accedió al edificio y comenzó a subir escaleras. Podría haber usado el ascensor para gastar menos tiempo y energías, pero su miedo a aquellos cubos móviles le impedía entrar en uno. Ya se había quedado atrapado en más de una ocasión por culpa de aquellos aparatos, por lo que se había prometido a sí mismo no volver a usarlos nunca más. Cuando por fin llegó al piso deseado, vio que una de las puertas estaba entreabierta. Detrás de ella, sonriente, esperaba un zorro de pelaje negro como la noche, vestido con una camiseta corta y unos pantalones de chándal.


-¿Simón?- Preguntó Noah antes de acercarse al canino


-Ese soy yo.- Asintió el zorro


El repartidor comprobó el ticket del pedido.


-Serían ocho euros con quince céntimos.-


-Aquí tienes. Puedes quedarte con la vuelta.-


Mientras guardaba el dinero en los bolsillos de su pantalón, el gato no pudo evitar echar un vistazo rápido y discreto hacia el interior de la vivienda de su cliente, preso por la curiosidad. Sentada en un sofá descansaba una loba bastante atractiva y joven, aunque de aspecto extranjero. ¿Latinoamericana quizás? Su pelo tricolor, marrón, negro y blanco, parecía estar recién lavado, reluciente. En sus patas sostenía un mando de control remoto, y su rostro reflejaba sutilmente el brillo de una pantalla. ¿Estaría viendo una película?


-¿Te gusta mi casa?-


Noah giró rápidamente su mirada hacia la de Simón, quien parecía haberlo descubierto.


-Perdón, me sale solo.- Se disculpó rápidamente el felino


-No pasa nada, ni que guardara un cadáver en el salón.- Bromeó el zorro con una leve risa mientras agarraba su bolsa de comida rápida -Ten buen día.-


-Buen apetito.- Se despidió Noah con una sonrisa, dando media vuelta y dirigiéndose de nuevo hacia las escaleras por las que había subido


La jornada de trabajo del repartidor parecía transcurrir con normalidad. Ahora solo tenía que arrancar su moto, regresar al restaurante y recibir un nuevo encargo a domicilio, repitiendo aquel proceso hasta que su turno terminara. Sin embargo, un estallido acabó con la tranquilidad de aquel bloque de pisos. Un estallido tan fuerte que, a pesar de provenir del exterior, hizo que Noah diese un pequeño brinco. ¿Aquello que había escuchado era un disparo? El estruendo se repitió un par de veces más antes de detenerse repentinamente.


-Joder.- Maldijo el repartidor, escuchando atentamente para comprobar si era seguro salir del edificio


Los supuestos disparos parecían haberse provocado relativamente cerca, por lo que Noah asomó la cabeza por la puerta principal del bloque y se aseguró de que no hubiera ningún loco armado esperando su salida. El exterior parecía tranquilo, dándole al felino vía libre para montarse en su moto y regresar a su restaurante. El repartidor arrancó el vehículo y aceleró a toda velocidad. Su corazón volvió a latir con normalidad y de su boca salió un suspiro de alivio. No estaba seguro de si lo que había escuchado habían sido disparos, pero tampoco tenía demasiadas ganas de quedarse allí para comprobarlo.


-¡Ayuda! ¡Por favor, necesito ayuda!-


La jornada laboral de Noah parecía volverse más extraña con cada minuto que pasaba. Tras girar su cabeza para ver de dónde provenían aquellos gritos de socorro, el gato visualizó a una leopardo que corría hacia él, agitando sus brazos de izquierda a derecha. No parecía haber nada ni nadie persiguiéndola, pero el repartidor decidió frenar y comprobar si todo estaba en orden.


-¿Está bien, señ…?-


Antes de que Noah pudiera terminar su pregunta, la hembra se subió a la parte trasera de la moto y se aferró a él, emanando un hedor bastante desagradable.


-¡Acelera!- Le gritó


-¡Vale, vale!-


Sin siquiera preguntarle por qué estaba tan alterada, Noah hizo caso a la leopardo y volvió a arrancar su moto.


-Llévame a mi casa, por favor. Te lo suplico, mi marido está esperándome allí.- Escuchó rogar a la felina


-Pero…-


-¡Por favor!- Repitió la leopardo -¡Tengo que avisarle de lo que he visto en el hospital!-


-Vale, vale, pero no grites tanto. Me estás reventando los oídos.-


-Lo siento.-


-No pasa nada. Dime dónde tengo que dejarte.-


-En un bloque de pisos que hay cerca. Tú gira a la derecha, ve recto y a la segunda vuelve a girar, pero a la izquierda.-


Tras trazar el camino con su mente, Noah se percató de que el bloque del que la hembra hablaba era el mismo en el que había estado minutos atrás. Sus instintos le decían que no volviera a aquel lugar, pero su corazón le impedía dejar sola a la felina. ¿Y si le pasara algo malo? ¿Sería él capaz de dormir por las noches?


-Perfecto.-


El gato giró el volante de su motocicleta y tomó rumbo hacia su nuevo destino, preguntándose qué le había pasado a la leopardo.


-¿Cómo te llamas, por cierto? Mi nombre es Noah.- Se presentó ante la hembra mientras conducía


-El mío es Romina.- Respondió ella


-¿Puedo preguntarte por qué estás tan alterada? Ni que hubieras escapado del Bronx.- Bromeó el repartidor


-He escapado de algo peor.-


Noah se quedó en silencio ante aquella última frase. ¿A qué se refería con "algo peor"? ¿Existe siquiera algo peor que tener que escapar de uno de los barrios más peligrosos del mundo?


-¿De qué estás hablando?- Preguntó


-Ya te lo contaré cuando estemos en un lugar seguro.-


La conversación terminó y ambos animales permanecieron en silencio durante todo el trayecto. Nada más llegar al bloque de pisos, Noah percibió unas manchas de sangre que entraban en este. Además, la puerta principal se encontraba abierta de par en par.


-Oh, no- Escuchó susurrar a Romina, quien salió corriendo hacia el interior del edificio mientras sacaba un juego de llaves de uno de sus bolsillos


El gato, al contrario que la leopardo, decidió seguir con cautela el rastro rojo que había en el suelo, descubriendo que este llevaba justo al interior del ascensor del edificio. El botón para llamarlo estaba manchado de sangre fresca.


-No me jodas.- Maldijo el gato


Noah pulsó el botón y esperó a que el ascensor bajase a recogerlo. Tras unos cuantos segundos, sonó un breve pitido y las puertas del elevador se abrieron delante del repartidor, quien se armó de valor y decidió plantar cara a sus miedos. Otro botón apareció pintado de rojo.


-Allá vamos.- Susurró Noah


Las puertas se cerraron y la maquinaria comenzó a trabajar, dejando al gato en el tercer piso en un abrir y cerrar de ojos. Tras salir del elevador, el repartidor escuchó una voz que le sonaba conocida.


-Tenemos que llamar a una ambulancia.-


-¿Estás seguro de que has marcado el número correcto? Se me hace raro que no tenga el teléfono cerca.-


Justo al final del camino de sangre, en frente de una puerta, estaba Simón, el zorro al que Noah le había entregado un pedido aquella misma mañana. A su lado, aparentemente al borde de un ataque de nervios, la loba cuyo nombre aún era desconocido para el felino.


-Ya he intentado llamar a los servicios de emergencias, pero siempre me salta el contestador automático diciéndome que las líneas están saturadas.-


-Simone, ¿crees que todo esto está relacionado con lo que hemos visto hoy en el telediario? Ya sabes, la entrevista al tal Juan.-


Noah se acercó a los caninos, preguntándose de qué estaban hablando.


-¿Conocéis al animal que ha dejado este rastro de sangre?- Les preguntó mientras caminaba hacia ellos


El zorro giró su cabeza hacia el gato y asintió. La loba, en cambio, se mantuvo detrás de él y examinó al recién llegado con su mirada.


-Sí, es una amiga nuestra. ¿Cómo es que has vuelto aquí? ¿Tienes algún otro pedido que entregar o algo?-


Noah movió su cabeza de izquierda a derecha.


-Cuando estaba de vuelta al restaurante donde trabajo, me encontré a una leopardo que se llama Romina y me dijo que la trajese aquí.- Se limitó a responder


-Entiendo.-


-¿No creéis que tendríamos que ayudar a Marta?- Se dignó a hablar, por fin, la hembra


Simón miró fijamente al repartidor, preguntándole en silencio si podían contar con él.


-Supongo que no queda otra.- Accedió Noah antes de seguir al zorro hacia su casa


El hogar de los caninos era pequeño, simple y minimalista. Las paredes eran de cemento y el suelo de madera. Los muebles estaban colocados de tal manera que daban bastante espacio para caminar entre ellos con libertad, y habían dibujos colgados por todo el lugar. Todos parecían tener el mismo estilo de trazado. ¿Acaso alguno de ellos caninos era artista?


-¿Cuál es el plan?- Preguntó el repartidor


-Nuestras ventanas y las de Marta están conectadas por una cornisa.- Comenzó a explicar Simone -Si tenemos suerte y las suyas no están bloqueadas, será relativamente fácil entrar a su casa.-


-Pero amor, ¿no crees que será demasiado peligroso? La cornisa es muy fina, cualquiera podría caerse con el más mínimo fallo.- Discrepó la loba


Noah se acercó al vidrio y observó el pequeño trozo de cemento que se sostenía al otro lado de él, confirmando así las palabras de la hembra. La distancia que existía entre la pared y una caída de varios metros de distancia era diminuta, casi inexistente.


-Pero alguien tendrá que jugársela, Kiara. No hay otra manera.- Escuchó hablar al zorro a sus espaldas


-Yo podría intentarlo.- Se ofreció Noah antes de abrir la ventana -¿Dónde está la ventana de vuestra amiga Marta?-


Kiara, la loba, miró al felino con preocupación. ¿Tanto le importaba la vida de un animal que ni siquiera conocía? Simón, sin embargo, se acercó a él y colocó una de sus manos en el hombro de este, mostrándole su apoyo.


-Deberías tenerla a unos cuantos metros hacia la derecha, a una o dos ventanas de distancia.- Le explicaba el zorro -Ten mucho cuidado.-


-Lo tendré.-


Cuando el gato ya estuvo en el exterior, pegó su espalda a la pared y comenzó a desplazarse lentamente por la cornisa, tratando de no poner demasiado a prueba sus cualidades felinas. El tiempo pareció ralentizarse de un segundo a otro, y cada paso que daba se volvía más complicado que el anterior. El viento ralentizaba sus movimientos y lo empujaban peligrosamente, pero Noah plantó sus pies en el suelo y no desistió, continuando su camino sin siquiera proponerse dar marcha atrás.


-¡Tú puedes!- Le animaba la loba


-¡Ya deberías estar cerca!- Le informó el raposo


Noah avanzó un poco más y sintió el tacto de un cristal justo a sus espaldas. Aliviado por haber llegado sin problema alguno, se aferró al marco de la ventana y la empujó con fuerza, abriéndola al instante con un leve crujido.


-Listo…- Susurró para sí tras colarse de nuevo en el edificio


La casa en la que había entrado estaba completamente a oscuras, por lo que el gato tuvo que esperar unos segundos para que sus sentidos se acostumbraran antes de adentrarse más. Sus ojos se ajustaron a la poca iluminación y sus oídos se agudizaron. Fue entonces cuando pudo distinguir el llanto de una niña pequeña al otro lado de la casa, acompañado de unos fuertes golpes sobre madera. ¿Acaso había alguien más en la casa? ¿Un asaltante a lo mejor? El felino se mantenía callado mientras caminaba hacia el origen de aquellos ruidos, apoyándose en la pared para evitar ser visto por el supuesto asaltante. Los lloros se volvían más intensos con cada golpazo que sonaba.


-¡Mamá! ¡Para, por favor! ¡Me das miedo!- Se escuchada entre sollozos


Noah se detuvo al llegar a una esquina y se asomó levemente por ella, manteniéndose siempre escondido en la oscuridad. Al fondo de un pasillo, golpeando sin descanso la puerta de la que parecían provenir los llantos, vio a una canina de mediana edad. ¿Una loba? No, los sonidos que emitía no se asimilaban a los de un lobo. Además, sus orejas, aun siendo largas y puntiagudas, se asemejaban más a las de un pastor alemán.


-¡Por favor, mamá!- Se volvió a escuchar desde el otro lado de la puerta de madera -¿Por qué haces esto?-


Fue en ese preciso instante en el que el felino comprendió la situación. La canina que estaba golpeando la puerta era Marta, la amiga de Simón. La pequeña que se escondía de ella era, entonces, su hija. Si la teoría del repartidor era cierta… ¿por qué estaba Marta tan ciegamente enfadada con su hija? ¿Qué tendría que haberle hecho ella para que reaccionara de aquella manera? Noah tenía que improvisar un plan para apartar a la mamá perro de su cachorra antes de que le hiciera nada malo, pero no sabía cómo actuar. Para evitar el enfrentamiento directo, en el que estaría en clara desventaja debido a su complexión física, Noah buscó algún objeto con el que poder causar una distracción. Sus ojos se fijaron en un antiguo jarrón de porcelana, colocado encima de una estantería de pared. Rápidamente, agarró la vasija con cuidado y la lanzó al extremo más lejano del salón principal, provocando un estruendo que captó la atención de la madre al instante. Aprovechando que Marta estaba confundida en otra habitación, Noah salió de su escondite y se acercó sigilosamente al cuarto donde estaba refugiada la cachorrita, quien aún lloraba desconsoladamente por culpa del extraño y violento comportamiento de su madre. El felino entró en el cuarto de la pequeña y cerró la puerta a sus espaldas. La canina miró al extraño y se arrastró como pudo para alejarse de él, asustada.


-Tranquila, no estoy aquí para hacerte daño.- Le dijo Noah con una sonrisa


-¿Q…quién eres?-


La pequeña se aferró a uno de los muchos peluches que tenía en su habitación sin dejar de vigilar al repartidor.


-Me llamo Noah.- Se presentó el gato -¿Tú cómo te llamas?-


-Estrella.-


Noah examinó a la perrita detenidamente. Por su altura, no parecía tener más de seis años. Sus ojos, grandes, verdosos y llorosos, miraban al macho con terror. Su pelaje, marrón y negro, estaba despeinado y algo sucio. ¿Habría estado esperando a su madre para ducharse?


-Necesito que confíes en mí, Estrella.-


-¿Por qué?-


-Tu madre se encuentra malita y se ha tenido que ir al hospital.- Improvisó el felino -Me ha dicho que te deje con sus amigos temporalmente. Ya los conoces, ¿no? A Simón y a Kiara.-


Estrella asintió.


-Perfecto.- Prosiguió Noah -Ahora vamos, que ya es tarde y tenemos que dormir.-


Algo más relajada, la cachorrita tomó una de las patas del gato y se dejó guiar por él. Ahora que había logrado convencer a la perrita, al repartidor solo le quedaba un último obstáculo. ¿Cómo la llevaría hasta la casa del zorro sin ser descubiertos? Tenía que hacerse cargo de la mamá canina si quería salir de aquella casa, no había otra opción. El felino podría regresar por la cornisa sin problema alguno, pero aquel camino sería demasiado peligroso para la cachorra.


-¿Puedo llevarme mi ropa y mis juguetes?- Preguntó Estrella con tono dulce -Por fa.-


Noah vio entonces una oportunidad increíble para ocuparse de la madre de la perrita sin que esta se diera cuenta.


-Claro.- Contestó -Coge todo lo que quieras llevarte en una mochilita y espérame aquí, vuelvo en un segundo.-


El felino aprovechó que la pequeña estaba distraída para salir de su habitación y regresar a la parte oscura de la casa, que esperaba silenciosa su llegada. Marta parecía haberse olvidado de su hija por ahora, pues no había ni rastro de ella en el pasillo.


-Veamos…-


Antes de seguir avanzando, Noah examinó detenidamente sus alrededores en busca de alguna manera de lidiar con la mamá perro. El gato sabía perfectamente que la fuerza no era una de sus cualidades, razón por la que siempre evitaba meterse en peleas. Si quería tener alguna oportunidad contra la canina, debía usar su astucia. ¿Y si repetía la estrategia y trataba de crear otra distracción en otro lugar de la casa? El plan parecía haber funcionado una vez, pero… ¿hacia dónde llevaría a la canina para que no lo molestase mientras escoltaba a la cachorrita? El repartidor fijó su atención en el que parecía ser el cuarto de baño del piso. Su puerta estaba entreabierta, dejando a la vista un suelo de mármol blanco y unas paredes de madera oscura. Los ojos de Noah centellaron ante la conveniencia de la situación. ¿Podría encerrar a Marta en su propio lavabo? La canina parecía haberse olvidado, a juzgar por su comportamiento minutos atrás, de cómo abrir una simple puerta. Por ende, lo único que tenía que hacer Noah era atraer a la canina hasta el baño, confinarla allí y tratar de escapar con Estrella antes de que la puerta cediera.


-Vamos allá.- Se dijo a sí mismo el felino para tranquilizarse, agarrando otro objeto de cerámica y lanzándolo hacia el interior del lavabo


El estruendo, como era de esperar, hizo que Marta apareciera sin previo aviso y se metiera de lleno en su propia cárcel, buscando al causante de aquel ruido mientras rugía furiosamente. Noah no esperó ni un segundo más y se lanzó hacia la puerta del aseo, cerrándola al instante mientras rezaba para que aguantase el tiempo suficiente. La perra no tardó en golpear con fuerza la madera que la separaba del felino que la había encerrado, rompiéndola poco a poco con sus garras.


-¡Estrella, vamos!- Gritó Noah antes de entrar en el cuarto de la pequeña perrita -¡Tenemos que irnos!-


Estrella, confundida, agarró su bolsita de juguetes y corrió hacia Noah, quien la tomó en brazos para aligerar el paso y salió por patas del lugar, sintiendo cómo su corazón latía a velocidades insospechadas mientras huía de la casa de Marta. Cuando por fin logró salir al pasillo exterior del bloque de pisos, el gato respiró hondo y regresó a la casa de Simón, quien lo esperaba con inquietud.


-¿Qué coño…?-


-Es una historia de locos.- Se limitó a responder el repartidor -No os lo vais a creer.-


El repartidor entró en el apartamento del zorro y suspiró aliviado, dejándose caer en el primer sillón que vio disponible. Simón se sentó a su lado y lo miró con asombro, preguntándose qué habría pasado en el otro apartamento. Kiara, por el contrario, abrazó a Estrella y trató de calmarla.


-Tranquila, pequeña.- Le repetía -Vamos a mi cuarto, ¿sí? Vamos a dejar tus cositas y a darte una buena ducha.-


-V…vale.- Aceptó Estrella tras apaciguar su llanto, tomando la pata de la joven loba


Cuando Noah y Simone estuvieron a solas en el salón, el repartidor comenzó a relatar lo sucedido en el piso de Marta, recalcando siempre el extraño comportamiento de la canina ante su hija.


-¿Por qué iba Marta a actuar así?- Preguntó el zorro, perplejo


-No tengo ni idea.- Respondió el gato


-¿No has podido siquiera hablar con ella?-


-No.-


-¿Crees que esto estará relacionado con el león que atacó tu restaurante hace casi una semana?-


El felino comparó el comportamiento de Marta con el del carnívoro que asaltó su lugar de trabajo días atrás, descubriendo que ambos seguían un mismo patrón. Tanto él como ella violentaron contra los animales que los rodeaban, actuando como salvajes de un momento a otro sin ninguna razón lógica aparente.


-Puede ser.-


-Todo este asunto me está dando mala espina.- Susurró Simón antes de levantarse de su sofá -Tenemos que asegurarnos de que todo esté bien en el bloque, no vaya a ser que Marta haya atacado a más animales durante su regreso a casa.-


-Ahora que lo dices, la leopardo que me encontré cuando volvía a mi restaurante, Romina, me habló de algo que había sucedido en el hospital esta mañana. No me quiso dar detalles, pero parecía grave.-


-Tendremos que visitarla entonces.-


-Voy contigo.-


Ambos machos salieron del apartamento y comenzaron a bajar las escaleras del bloque. Aunque todo parecía relativamente tranquilo al principio, la situación no tardó demasiado en torcerse.


-¿Oyes eso?-


Noah se detuvo por unos instantes y escuchó con atención. Lo que sus oídos detectaron fueron gritos desesperados y agonizantes, probablemente provenientes del exterior. ¿A qué se debía tremendo escándalo? Los jóvenes aceleraron el paso y descendieron hasta la planta baja del edificio, acercándose después a la entrada principal de este y mirando a través de sus cristales.


-¿Pero qué coño…?- Dejó escapar Simone


Al otro lado de la puerta, justo en medio de la carretera, se había formado un auténtico campo de batalla. Mientras que unos huían desesperados por sus vidas, otros se llenaban las fauces de carne y sangre ajena, matando brutalmente a cualquier animal que cayera víctima de sus garras. El pavimento estaba repleto de cadáveres devorados y de presas agonizantes que imploraban clemencia a sus cazadores, quienes no dudaban ni un segundo en acabar con ellas sin mostrar ni un atisbo de arrepentimiento o culpa. Noah comenzó a caminar hacia atrás inconscientemente, observando en silencio la matanza. Simón, por el contrario, vio algo que lo hizo dar media vuelta y regresar rápidamente a las escaleras del bloque de pisos. Un grupo de asesinos parecía haberse fijado en los jóvenes universitarios, y ahora cargaban contra la puerta del edificio impulsados por una insaciable sed de sangre.


CONTINUARÁ...


 

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¡Gracias por leer!


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