top of page
  • Foto del escritorNevado

Confusión (NUA #1)

Actualizado: 16 sept 2020

"A la voz de su compañero se unió un ruido infernal proveniente del interior del hospital, justo al otro lado de la puerta de la habitación en la que se encontraban los dos periodistas."

 

¡Buenos días, querido lector, y bienvenido a un nuevo blog!


En esta ocasión te presento el primer capítulo de una de mis novelas, titulada Nuestro Último Aliento y de la que podrás disfrutar de manera completamente gratuita desde esta web. ¡Próximamente, también a través de Wattpad!



¡Buena lectura!


 

28/01/2022


-¿Este es el hospital que nos ha dicho el jefe?-


-Según el GPS, sí. Vamos, tenemos que ser rápidos si queremos conseguir la exclusiva.-


Emilia no podía creerlo. Aquella era la ocasión que siempre había deseado, una oportunidad perfecta para darse a conocer como reportera. La gata bajó de su furgoneta con energía, deseosa de empezar cuanto antes con la entrevista que tenían planeada para aquella misma mañana. A ella le siguió, con mucho más desgano, un tejón de pocas palabras, serio pero profesional en su campo. Su rol era el de asegurar que el trabajo de su compañera quedaba grabado de la mejor manera posible.


-Deja que coja las cosas, Emilia. Los gatos sois tan impacientes…-


La felina ignoró aquel comentario tan especista y se apoyó en uno de los laterales del vehículo, esperando a que su cámara terminase de agarrar y preparar todos los utensilios que iba a utilizar. Cuando todo estuvo listo, los dos reporteros caminaron hacia el interior del hospital y se acercaron a la recepción de este.


-Bienvenidos al Hospital Virgen Macarena.- Les atendió una nutria -Ustedes teníais cita para una entrevista, ¿verdad?


-Así es.- Afirmó la reportera -Venimos a ver al médico responsable para hacerle varias preguntas. ¿Podemos pasar?-


-Faltaría más. Seguidme.-


La recepcionista hizo una seña a uno de sus compañeros para que ocupara su puesto por unos segundos y acompañó a los recién llegados hacia la oficina del médico responsable del hospital, dejándolos en la puerta de este.


-Llamad antes de entrar y sed amables, está teniendo un día muy ajetreado.- Les aconsejó con una sonrisa -Buena suerte.-


Emilia asintió con la cabeza y se despidió amablemente de la nutria, quien ya había dado media vuelta.


-Cuando quieras.- Dijo el tejón, comprobando una última vez si la cámara que portaba en sus hombros estaba perfectamente configurada


La felina dejó escapar un suspiro, puso su mejor cara, dio tres leves golpes a la puerta y esperó respuesta.


-Pasad.- Se escuchó desde dentro del despacho


Detrás de una mesa, sentado en una alta silla de madera, trabajaba un ratón de aspecto intelectual, vestido con el conjunto típico de médico y con unas gafas rectangulares. Sus ojos parecían cansados, y su expresión apagada.


-Perdón por el desorden, pero no he tenido ningún segundo de descanso estos últimos días.- Se disculpó


Emilia negó y sonrió, entendiendo al poco tiempo a qué se refería el doctor. Montañas de papeles tapaban el escritorio del roedor, e incluso había alguno que otro tirado por el suelo.


-No se preocupe, nuestra oficina está igual de hecha mierda.- Se limitó a decir el tejón mientras comenzaba a preparar su cámara y los micrófonos solapa


La sinceridad tan directa de su compañero tomó por sorpresa a la gata, que no tardó mucho en cambiar de tema ante la mirada que le había dedicado el ratón.


-Su nombre era Juan Carlos, ¿verdad?- Preguntó antes de sentarse delante de él


-Sí, pero puedes llamarme Juan. ¿Cuál es el tuyo?-


-Emilia. Un placer, Juan.-


Cuando las presentaciones terminaron con un educado apretón de manos, la entrevista empezó tan pronto como Marcos, el cámara, levantó el pulgar y pulsó el botón de comenzar grabación.


-Estamos en directo.- Anunció el tejón


Emilia respiró hondo y recordó las preguntas que sus superiores le habían pedido realizar. Sus ojos se encontraron con los del médico.


-El mundo entero se ha visto amenazado por la espontánea aparición de un virus nunca visto antes.- Comenzó a hablar -Muchos profesionales dicen que no hubo oportunidad alguna para identificar el paciente cero o de dónde había salido. ¿Es eso cierto?-


Juan hizo un gesto positivo con la cabeza.


-Por desgracia, sí. No se sabe quién, qué, cuándo ni dónde. La existencia de este virus nos ha tomado por sorpresa y ni siquiera nos ha dado la oportunidad de controlarlo.-


-¿Deberíamos tener miedo?-


-No, en absoluto. El miedo llevaría al caos, y eso no sería para nada recomendable. Lo mejor es llevar esta situación con calma y con responsabilidad. El gobierno recomienda quedarse en casa siempre que se pueda y evitar el contacto con otros individuos hasta que la situación esté controlada.-


-El objetivo de esta entrevista es el de informar a todos nuestros televidentes sobre las características de este nuevo virus. ¿Crees que podrías explicar, aunque sea de manera resumida, a qué nos enfrentamos?-


-Por supuesto.- Afirmó el ratón con una sonrisa confiada -Los médicos lo han denominado "antecesor", y se trata de un virus capaz de alterar radicalmente la conducta de los que infecta. Podemos deducir que, según los análisis realizados por nuestros especialistas, los infectados con este patógeno vuelven a actuar como primitivos.-


Emilia no podía creer lo que estaba escuchando. Miró momentáneamente a su compañero, perpleja, y siguió con la conversación.


-Entonces… ¿cuáles serían los síntomas?-


-Dependen de cada individuo. Bueno, más concretamente de la especie a la que pertenezca.-


-Tú y yo pasaríamos el virus de diferentes maneras, ¿no?-


-Exactamente. Es un tema bastante complejo y difícil de entender a la primera, así que trataré de explicarlo de la manera más sencilla posible.-


-Por favor.-


-Tú eres una felina, de la familia de los carnívoros.-


La periodista asintió y permaneció en silencio, escuchando atentamente.


-Tus antepasados más lejanos, los que no conocían la civilización, cazaban para sobrevivir. Yo, en cambio, soy un roedor, de la familia de los omnívoros. Aunque a día de hoy podamos, gracias a la evolución, comer prácticamente todo lo que queramos, nuestro organismo aún prefiere ciertas comidas en específico.-


-Por eso podemos ver, por ejemplo, a una vaca comer carne sintética, ¿no?-


-Aunque no sea lo común, sí. Los herbívoros prefieren comer hamburguesas vegetarianas, pero eso no les impide alimentarse de carne sintética.-


-¿Y qué tiene que ver todo esto con el virus?-


-El punto es que, a pesar de todos estos años de avance y de evolución, en nuestro cuerpo aún existen ciertos… aspectos primitivos. Este nuevo virus, por lo poco que conocemos de él, consigue potenciar esos aspectos e inhibir los civilizados.-


-¿Quiere decir que, por ejemplo, yo volvería a ser una cazadora?-


-Sí.-


-Entonces eso explica lo que sucedió varios días atrás en aquel restaurante de comida rápida.-


-Efectivamente. El león que empezó todo tuvo que ser abatido por la policía, pero nuestros especialistas lograron conseguir el cadáver y analizarlo a fondo. Fue ahí cuando descubrimos el virus e informamos a los cuerpos de seguridad sobre un posible brote.-


-¿Un brote?-


-Este virus, como muchos otros, se transmite a través de fluidos corporales. Cualquier herida que haya estado en contacto con la sangre o la saliva de un infectado se transforma en una puerta abierta para él.-


-¿Qué sucede entonces con los que fueron atacados por el león en el restaurante? Algunos murieron, pero otros siguen vivos.-


-Todos los supervivientes han sido repartidos entre los hospitales de la ciudad. Aquí tenemos siete.-


-¿Y cuál es su situación?-


-Algunos han desarrollado el virus con más rapidez que otros. Empeoran con el paso de los días, pero nuestros mejores médicos están trabajando duro para buscar una cura.-


-¿Qué síntomas presentan los pacientes?-


-Pues…-


Unos repentinos golpes en la puerta impidieron que el ratón contestase a aquella última pregunta. Sin siquiera esperar respuesta, la misma nutria que había acompañado a los periodistas entró en el despacho y se acercó al roedor.


-Señor Juan, le necesitan en la zona de cuarentena.- Dijo con tono preocupado -Es urgente.-


El médico asintió y se levantó de su silla.


-Lo siento mucho, pero no podré seguir con la entrevista.- Se disculpó con una sonrisa


-Sin problema, ya la seguiremos otro día.- Respondió Emilia, incorporándose -Ha sido un placer.-


-El placer ha sido mío, Emilia.-


La gata y el ratón se despidieron cordialmente. Mientras tanto, el tejón refunfuñó en voz baja y comenzó a desmontar sus aparatos. Cuando la felina y su compañero se quedaron a solas en la entrada del despacho, la hembra sintió que su trabajo aún no había terminado. La entrevista había sido bastante interesante, incluso más de lo que ella esperaba, pero no era suficiente.


-Tenemos que entrar en la zona de cuarentena.- Susurró para sí


-¿Qué?- Preguntó Marcos


-Acompáñame.-


Los ojos de Emilia centelleaban con decisión mientras seguía discretamente al médico responsable, subiendo varios pisos e internándose en zonas del hospital que ella nunca había visto. En cuanto llegaron a su destino, miró a su alrededor para comprobar que nadie los estuviera vigilando y se internó en el pasillo por el que había desaparecido el roedor.


-Tenemos que ser rápidos, no creo que debamos estar aquí.- Dijo en voz baja


-La idea ha sido tuya, así que a mí no me mires. Ni siquiera sé por qué coño te hago caso- Se quejó su acompañante


-Yo no te he obligado, tú podrías haberte negado perfectamente.-


-¿Y dejarte sola en este lugar con un virus desconocido? Ni de coña.-


La gata sonrió ante el apoyo del tejón y siguió caminando lentamente por el hospital. Un tenso silencio sepulcral bañaba el ambiente.


-¿No te extraña que no haya nadie?- Preguntó Emilia -Infiltrarse aquí está siendo demasiado…-


De repente, el sonido de unos tacones interrumpieron las palabras de la reportera, quien se quedó paralizada y sin saber qué hacer si los descubrían. Por suerte, el tejón actuó con rapidez y se metió en uno de los cuartos que tenía a su lateral, agarrando el hombro de la felina y llevándosela consigo.


-Eres una gafe, ¿lo sabías?-


Emilia dejó escapar un suspiro de alivio.


-Me he dado cuenta. Te debo una.-


-Lo anotaré en tu cuenta de deudas.- Bromeó el cámara


Los pasos se escuchaban cada vez más cerca, pero, por suerte, pasaron de largo y se perdieron al poco tiempo. Fue entonces cuando Emilia se percató de que ellos no eran los únicos que se encontraban en aquella habitación. Tumbado en una camilla descansaba un carnero, vestido con una fina bata de hospital y atado con cuerdas por los brazos y por las piernas. En cuanto su mirada se encontró con la de los periodistas, el ovino empezó a debatirse violentamente contra sus ataduras. Aquella reacción tan repentina tomó por sorpresa a Emilia, quien se acercó rápidamente a la camilla para tratar de calmar al paciente.


-¡Eh, eh! ¡Tranquilo, no vamos a hacerte daño!- Le decía mientras trataba de mantenerlo quieto con sus patas


El carnero ignoró las palabras de la gata y siguió agitándose sin descanso. Las cuerdas que la amarraban comenzaron a ceder.


-¡Relájate, solo queríamos escondernos aquí! ¡No queremos hacerte dañ…!-


Emilia no pudo reaccionar a tiempo al empujón que el macho le asestó cuando logró escapar de sus ataduras. La gata cayó al suelo ante la fuerza del carnero, quien aprovechó el momento para incorporarse y, sin siquiera mediar palabra, correr hacia la puerta de la habitación. Marcos, en un acto de valentía, se plantó decididamente delante de él y le cortó el paso.


-¡Regresa a tu camilla, joder!- Gritó el tejón


El ovino, asustado, dio un giro de ciento ochenta grados y agarró una de las sillas que tenía cerca. Emilia, al darse cuenta de sus intenciones, se levantó y corrió hacia él. El carnero pretendía romper la ventana y escapar por ella.


-¡Detente!- Le ordenó la reportera, agarrando uno de sus brazos y tirando de él con todas sus energías


-¡Emilia, cuidado!-


La felina escuchó la advertencia de su compañero demasiado tarde. El ovino alzó el brazo, cerró el puño y le propinó un golpe directo en el hocico, provocándole una hemorragia nasal casi instantánea y dejándola fuera de juego momentáneamente.


-¡Ah, joder!- Maldijo la periodista, adolorida


El carnero no tardó en romper el cristal que tenía a sus espaldas con la silla que había agarrado segundos atrás, precipitándose al vacío sin pensárselo dos veces. Emilia, después de haberse recuperado, se asomó rápidamente por la ventana.


-¿Pero qué coño…?-


Debajo de ella, a unos cuantos metros de distancia, solo había quedado un rastro de sangre y unos cuantos trozos de cristal. El paciente, como por arte de magia, había desaparecido.


-¡Tenemos que salir de aquí!-


La gata no daba crédito a lo que veían sus ojos. ¿Cómo podía haber sobrevivido aquel animal a una caída como aquella?


-¡Emilia, rápido!-


A la voz de su compañero se le unió un ruido infernal proveniente del interior del hospital, justo al otro lado de la puerta de la habitación en la que se encontraban los dos periodistas. Emilia, aún atónita por la extravagancia de la situación, siguió al cámara y salió del cuarto rápidamente. Lo que se encontró en el pasillo principal la dejó paralizada, incapaz de procesar todo lo que estaba sucediendo justo delante de sus narices. La felina fue testigo de una verdadera matanza en directo. Los carnívoros saltaban sobre los herbívoros, sus presas naturales. Las paredes estaban pintadas de sangre, y gritos de agonía y de sufrimiento invadían el ambiente.


-¡El escándalo que hemos montado debe de haber activado todo esto! ¡Vamos, tenemos que salir de aquí!- Repitió Marcos, tomando a su compañera de la pata y acelerando hacia la puerta que daba a la salida del hospital


Jadeando del esfuerzo, Emilia corrió por su vida a través de los corredores del edificio, esquivando los múltiples cadáveres que ya se encontraban esparcidos por el suelo.


-¡Ayuda! ¡Alguien, por favor!-


De repente, la gata escuchó una voz que le sonaba familiar. Cuando se giró para comprobar de dónde venían aquellos gritos de socorro, se vio frente a una pelea de vida o muerte entre un zorro y un ratón. El roedor no era nada más y nada menos que el médico responsable del hospital, siendo atacado por uno de los animales que él mismo había estado cuidando hasta aquel mismo momento.


-¡Aguanta!- Gritó Emilia antes de cargar contra el canino


Aprovechando que el zorro aún no se había inmutado de su presencia, la reportera agarró un extintor que colgaba en la pared y lo usó para propinarle un duro golpe en la nuca. El carnívoro cayó inconsciente al suelo y el ratón logró levantarse sin problema.


-Mil gracias, no sé qué habría sido de mí si no hubieras aparecido…- Jadeó el médico


-No me las des aún.- Respondió la felina -Vamos, tenemos que movernos.- Apresuró después, buscando con la mirada las señales que indicaran la salida del hospital


Con una última carrera, los tres supervivientes llegaron a la sala de espera del hotel, el único lugar que parecía estar en calma. Todos los que allí estaban sentados fijaron su atención en los recién aparecidos, quienes aún resoplaban del cansancio. Para darle más leña al fuego, el doctor tenía toda la bata manchada de sangre. Emilia no espero ni un segundo más para llamar la atención y advertir a los animales sobre lo que sucedía a unos cuantos pasos de aquella habitación.


-¡Salid a la calle!- Gritó a viva voz -¡Rápido!-


Nadie movió un solo músculo.


-¡¿Acaso queréis morir?!- Insistió la reportera, impotente al ver cómo la ignoraban -¡Tenéis que salir de aquí antes de que sea tarde, joder!-


De un momento a otro, y sin previo aviso, las puertas por las que habían aparecido los dos reporteros y el médico se abrieron repentinamente, dando paso a todos aquellos carnívoros descontrolados que ya se habían dado cuenta de la cantidad de presas que esperaban en la recepción.


-¡Mierda!- Maldijo Emilia cuando vio que los infectados ya habían empezado la cacería delante de sus narices


-¡A mi despacho, ahora!- Escuchó vociferar al médico responsable


La gata y su compañero tejón esprintaron hacia la oficina del ratón y se atrincheraron rápidamente dentro de ella. Marcos, quien fue el último en entrar, cerró la puerta a sus espaldas y comenzó a bloquearla con todo lo que tenía a su alcance, como sillas o muebles pequeños.


-Ala, aquí no entra ni dios.- Suspiró con alivio


-No tenemos mucho tiempo.- Dedujo Juan, el médico, al escuchar el alboroto que se estaba formando a escasos metros de distancia


-Tenemos que irnos. Es cuestión de tiempo que alguno de esos infectados nos encuentr…-


Unos gruñidos de rabia y unos secos golpes contra la barricada que el tejón había montado en cuestión de segundos confirmó al instante la teoría de Emilia.


-No sé para qué hablas, Emilia. Eres una gafe de mucho cuidado.- Se quejó el cámara


-No hay tiempo, tendremos que buscar una alternativa.-


La puerta comenzaba a ceder poco a poco.


-¿En qué piso estamos?- Preguntó Emilia, fijándose en la ventana que el médico tenía justo detrás de su escritorio


-Estamos en la planta baja.- Respondió Juan


-Entonces esto será más fácil de lo que imaginaba.-


La felina sonrió y agarró la silla que más parecía pesar de la habitación.


-Espero que no te moleste tener que pagar la reparación de dos ventanas cuando todo esto termine.-


-Espera… ¿dos ventanas?-


Con todas sus fuerzas, Emilia comenzó a golpear el cristal que los separaba del mundo exterior. La fina capa de vidrio no tardó en resquebrajarse por los constantes ataques que recibía.


-¡Pártete ya, joder!-


Aquel último grito marcó el final de la ventana, que se hizo añicos ante la decisión y la fuerza de Emilia Caballero.


-Vamos, por aquí.-


Prestando atención para no pisar los cristales, los tres supervivientes salieron del hospital y se dirigieron hacia la camioneta con la que los dos reporteros habían llegado varias horas atrás. Por desgracia para ellos, la matanza había llegado a las calles de Sevilla, y cada vez eran más los carnívoros que se unían a ella, llegando incluso a atacarse entre ellos en un incansable frenesí de sangre. Decenas de animales huían y gritaban desconcertados, viendo cómo sus prójimos estaban siendo atacados, mordidos, arañados o devorados sin piedad.


-Busquemos otra ruta, no creo que me haga mucha ilusión unirme a la fiesta.- Susurró el compañero de la gata


Emilia asintió con la cabeza y dio media vuelta, regresando sobre sus pasos.


-Tendremos que alejarnos por la parte trasera del hospital.- Propuso mientras caminaba lenta y precavidamente


El callejón en el que se encontraban parecía estar desierto, solamente ocupado por unos cuantos contenedores de basura, varios grafitis y restos de botellas de alcohol esparcidos por todo el suelo.


-¿Qué haremos ahora?- Preguntó Juan, asustado, sin parar de mirar hacia detrás


-Tenemos que buscar refugio cerca y llamar a la policía.- Propuso Marcos -La situación se está desmadrando.- Añadió después al escuchar los gritos de desesperación provenientes de la entrada del hospital


Todos los infectados parecían haberse centrado en una única zona, atraídos por la cantidad de presas que huían despavoridas. Lo que ellos no sabían era que aún había un cazador que los estaba acechando, esperando al momento justo para salir de su escondite y atacar.


-Tendremos que buscar a alguien que nos deje entrar en su casa antes. No creo que a nadie le haga mucha gracia abrir la puerta a tres completos desconocidos, uno de ellos con su ropa manchada de sangre.- Dijo Emilia


-Yo no conozco a nadie que viva por aquí cerca, por desgrac…-


Un rugido cortó de manera inesperada la conversación, tomando por sorpresa a los supervivientes. Un tigre con los ojos inyectados en sangre saltó desde la ventana del despacho del médico general y se abalanzó contra el primer animal que se encontró delante: Marcos. El tejón, que no pudo reaccionar a tiempo, cayó bajo el peso del gran felino, gritando de dolor al sentir cómo las zarpas de este comenzaban a desgarrar su piel.


-¡Marcos!- Chilló Emilia


El cámara trató de pedir ayuda, pero el tigre aprovechó que su presa había dejado su cuello expuesto para darle un golpe de gracia, arrancándole la yugular de manera grotesca y encarnizada. La boca del tejón se llenó de sangre y sus palabras se ahogaron en agonía, por lo que solo pudo estirar su brazo hacia su compañera y dedicarle una última mirada desesperada. La reportera no pudo hacer otra cosa que salir por patas del lugar, sintiendo cómo de sus ojos comenzaron a salir lágrimas de impotencia.


-¡Los tenemos detrás!- Escuchó gritar al ratón que la seguía -¡Corre!-


La gata giró su cabeza y se encontró con una escena digna de película apocalíptica. A sus espaldas, galopando como bestias, varios carnívoros con las mandíbulas rebosantes de sangre perseguían al médico, quien jadeaba pesadamente. Fue en ese instante cuando Emilia sintió un auténtico chute de adrenalina recorrer todo su cuerpo, impulsando sus piernas y estimulando sus sentidos de una manera que no había experimentado en su vida. Su dolor se desvaneció de un instante a otro, y su corazón bombeaba a una velocidad increíblemente alta.


-¡Ayuda! ¡Por favor, que alguien nos ayude!-


La gata se vio sola contra el peligro, hostigada por los infectados que tenía a no más de dos metros detrás de ella. La calle por la que huía estaba desolada, sin rastro alguno de vida. A pesar de los gritos de Emilia y los del tumulto de animales que la perseguían, nadie parecía salir de la seguridad de su hogar. Lo único que podía hacer era correr y rezar por su vida mientras atravesaba las avenidas de su propia ciudad.


-¡Ayuda!-


A la reportera se unió el doctor Juan, que poco a poco iba desacelerando su ritmo al no estar acostumbrado a aquel tipo de carreras. Cuando todo parecía perdido, Emilia visualizó una figura a unos cuantos metros de ella. Su silueta se asemejaba a la de un canino.


-¡Por aquí!- Gritó el desconocido con voz grave


Emilia, con un último esfuerzo, tomó la pata del médico y apresuró el paso.


-¡Ayúdanos!-


El extraño sacó lo que parecía ser una pistola de uno de sus bolsillos y comenzó a caminar lentamente hacia ellos, apuntando la mira de su arma a los infectados.


-¡Agachaos, voy a abrir fuego!- Ordenó el canino


Emilia se encogió en el suelo con sus patas sobre la cabeza y cerró los ojos, escuchando cómo las balas cortaban el aire encima de ella. Tras unos cuantos disparos, el silencio volvió a reinar.


-¿Estáis bien?-


La gata alzó la vista y se encontró frente a frente con su salvador: un rottweiler vestido con ropa casual y armado con una pistola de mano. El canino tendió su pata y Emilia no tardó en aceptar su ayuda, incorporándose con dificultad.


-Relativamente.- Jadeó la felina -Mi nombre es Emilia, gracias por salvarnos.-


-Solo hago mi trabajo.- Respondió el perro antes de mostrar una placa de policía -Mi nombre es Alex, un placer.-


-Ah… yo… yo me llamo Juan.- Se presentó el doctor mientras se colocaba detrás de la periodista


-Venid, no creo que estar al descubierto sea buena idea.-


El oficial dio media vuelta y se dirigió hacia el porche de la que parecía ser su casa. Sacó unas llaves de su bolsillo derecho, abrió la entrada principal e invitó a los dos supervivientes a entrar con una sonrisa.


-Pasad sin miedo, tenemos mucho de lo que hablar.-


Sin siquiera planteárselo, Emilia siguió al rottweiler y cerró la puerta a sus espaldas, dejando escapar un suspiro de alivio al sentirse a salvo de una vez por todas. Al menos, por ahora.


CONTINUARÁ...


 

Si quieres comentar o criticar este escrito, siéntete libre de hacerlo. Cualquier feedback será aceptado siempre y cuando sea respetuoso, sin importar que sea positivo o, por el contrario, negativo.


¡Gracias por leer!



forest-931706_1920.jpg

ONE-SHOTS

Historias cortas capaces de expresar mucho en muy poco. ¿Por qué no les echas un vistazo?

bottom of page