top of page
  • Foto del escritorNevado

DayDream (Censurado)

"Simone, al ver que me había quedado callada de un momento a otro, decidió acercarse a un banco e invitarme a sentarme a su lado, sonriente. Yo acepté y me acurruqué en su cuerpo, acercando mi cabeza a su pecho para escuchar el relajante latir de su corazón. Ninguno de los dos dijo nada. Simplemente disfrutamos del silencio y del reconfortante calor de nuestros cuerpos, dejando que la tarde transcurriera pacíficamente mientras observábamos el pasar constante de parejas que, como nosotros, gozaban aquella tarde de sábado."

 

¡Buenos días, querido lector, y bienvenido a un nuevo blog!


Me llena de orgullo y satisfacción presentarte, por fin, el OneShot que le escribí a mi pareja (@monarca_22 en Instagram) por nuestro tercer aniversario. Las partes más "calientes" estarán censuradas pues son demasiado personales y privadas, por lo que solo podrás leer las partes SFW del OneShot.


¡Espero que te guste!


 

Una leve brisa de aire acariciaba mi pelaje, acompañada de un tenue rayo de luz que iluminaba sutilmente mi habitación. Los brazos de mi pareja, Simone, rodeaban mis caderas, y su relajada respiración aterrizaba en mi cuello con sutileza. Yo bostecé y acaricié sus patas con las mías, acurrucándome en su cuerpo para que su calor amortiguara el frío que estaba entrando por la ventana.


-¿Eh…?-


Mis movimientos parecían haberle despertado.


-Buenos días, tonto.- Le saludé con una sonrisa -¿Qué tal ha dormido mi zorrito?-


Él simplemente se estiró levemente y me dio un beso rápido en la mejilla, acomodando su postura en la cama para pegarse lo máximo posible a mí.


-He dormido perfectamente, corazón.- Me respondió -¿Tú has descansado bien, mi lobita?


Sus dedos comenzaron a pasearse por mi cintura, rozando mi piel con delicadeza.


-Mejor que nunca.- Contesté con una risita antes de girarme para estar cara a cara con él


-¿Y qué te gustaría hacer hoy?-


Mi cola se movía de un lado a otro debajo de las sábanas, y mis ojos se encontraron con los del zorro. Su pelo, negro con manchas blancas, se encontraba alborotado, y sus párpados aún no habían logrado separarse del todo.


-No sé, no tenía ningún plan pensado.-


-¿Qué tal si empezamos por levantarnos de la cama? Sé que no te gusta eso de levantarte a las diez de la mañana, tan temprano…- Bromeó con picardía


-Es sábado, no me molestes.- Me quejé mientras atrapaba a mi pareja con mis brazos, pasándolos por su cuello para mantenerlo pegado a mí


-Pero Kiara, hay muchas cosas que quiero hacer contigo…-


Su dulce tono invadió mis oídos al instante. ¿Quién podría resistirse ante palabras como esas? Además, el frío ya comenzaba a colarse entre nuestros cuerpos desnudos, por lo que salir de la cama y vestirse no parecía tan mala idea.


-Bueno, vale.- Suspiré -¿Qué tienes pensado hacer hoy?- Le pregunté después


Los ojos del zorro se iluminaron momentáneamente, y en su rostro se dibujó una leve sonrisa.


-Bueno, por ahora creo que podríamos desayunar, darnos una ducha y salir de compras. ¿Te gusta la idea?-


-Me encanta.- Asentí emocionada -¿A dónde iremos?-


-Tenemos que comprar algo de comida, aunque también podríamos buscar un secador de pelo nuevo.-


-Eso estaría perfecto.-


Ahora que todo estaba planeado, el zorro soltó un leve bostezo y se incorporó de la cama lentamente, agarrando después su pijama a rayas de invierno y comenzando a abrir todas las persianas de la casa.


-Y se hizo la luz.- Susurró


Yo imité a mi pareja y me levanté también, vistiéndome con una bata que tenía colgada en el pomo de mi ropero. Cuando la luz del sol alumbró todas las paredes de nuestro apartamento, nos dirigimos hacia la cocina. Mientras que Simón preparaba las tostadas, yo saqué una botella de zumo de melocotón y lo serví en vasos de cristal. Coloqué dos mantelitos de tela en la mesa del salón y encendí la televisión para poner algo de música y alegrar el ambiente. Mi novio no tardó en llegar con las tostadas, así que nos sentamos uno en frente del otro y procedimos a tomar nuestro desayuno.


-¿Qué tal has dormido esta noche? Yo he tenido un sueño muy loco.-


-Como si hubiera alguna noche que no tuvieras uno.- Escuché susurrar a mi pareja tras dejar escapar una risita burlona -¿Qué ha sucedido ahora, amor? ¿Muertos vivientes, extraterrestres, vampiros…?-


-No me acuerdo muy bien, pero aparecíamos Romina, Marta, Sara, tú y yo.- Comencé a relatar


-Qué bien, tengo un harem para mí solito.- Me interrumpió Simón con picardía, sonriendo juguetón mientras se terminaba su tostada y le daba unos cuantos sorbos a su zumo de melocotón


-El sueño no era sobre eso, tonto.-


-¿Entonces de qué iba?-


-Creo que era un apocalipsis o algo así. Había gente que mataba y se comía a otras personas, una completa locura.-


-Vaya, tendré que escribir una novela sobre eso. Una lastima que no recuerdes tu sueño con detalles.-


Cuando nuestras tostadas desaparecieron de los platos y nuestros zumos de los vasos, recogimos la mesa y llevamos todo lo que habíamos usado a la cocina, colocándolo en el fregadero para limpiarlo más adelante. Ahora que habíamos acabado nuestro desayuno, nos sentamos en el sofá y seguimos nuestro ritual matutino, encendiendo nuestros ordenadores portátiles y comprobando desde ellos nuestros correos electrónicos, páginas web y redes sociales. Yo además aproveché para visitar el portafolio virtual de una de mis artistas preferidas, llevándome una decepción al descubrir que no había publicado ningún dibujo nuevo.


-Mis profesores no paran de mandarme textos, van a volverme loco.- Se quejó mi pareja


-Yo tengo que terminar varias tareas de diseño, así que estamos igual. Pero no te preocupes, que aún estamos a sábado.- Traté de tranquilizarlo


-Ya bueno, pero igual me gusta tener tiempo libre de vez en cuando.-


-Relájate oye, avanza lo que puedas ahora y esta tarde sigues, ¿vale?-


El zorro asintió con la cabeza y enfocó su atención en la pantalla de su ordenador, utilizando las flechas de su teclado para desplazarse por uno de los muchos documentos que debía leerse para su carrera universitaria. Mientras tanto, yo preparé mi tableta gráfica, abrí un proyecto que había comenzado varios días atrás, aún en boceto, y me puse a trabajar en él, dejando que el tiempo volara hasta que tocara salir a hacer la compra.



-.-.-.-.-



El reloj de mi ordenador marcaba las once y media de la mañana cuando Simone cerró su portátil y lo dejó sobre la cómoda que tenía a su izquierda, incorporándose después del sofá y dedicándome una sonrisa llena de energía.


-¿Nos preparamos ya, amor?- Me preguntó, ofreciéndome su pata


Yo asentí y apagué mi computadora, aceptando su ayuda para levantarme y colocarme justo delante de él. Mis mejillas se sonrojaron levemente al sentir sus dedos paseándose por mi cintura, juguetones. Mis ojos se encontraron con los suyos y nuestros labios no tardaron en hacer lo mismo, desembocando en un beso rápido pero apasionado.


-Vaya chico, veo que me quieres mucho.- Susurré contra su boca


-Como a nada en el mundo…- Contestó él


Tras unos cuantos segundos de besos y caricias, nuestros cuerpos se separaron y permanecimos en silencio. Simone no pudo evitar apartar la mirada y sonreír tímidamente mientras acariciaba su cuello con delicadeza, moviendo su frondosa cola de un lado a otro en señal de felicidad.


-Bueno, creo que es hora de una buena ducha, ¿no?-


Tomé una de las patas de mi pareja y tiré de él hacia el cuarto de baño, ansiosa por poder pasar un ratito más íntimo juntos antes de salir de nuestro apartamento.


-Vaya, veo que hoy quieres ahorrar agua.-


El zorro alzó una ceja, sonrió con pillería y se dejó llevar.


-Silencio, hace mucho que no nos duchamos juntos.- Le reproché una vez dentro del aseo


CENSURADO

 

CENSURADO


Mientras tanto, Simone agarró el grifo, tomó mi bote de champú y procedió a lavar mi cuerpo con cariño y delicadeza, masajeando mi cabello a la vez que esparcía el jabón por toda su superficie. Sin lugar a dudas, aquella había sido una manera impecable de empezar el día.



-.-.-.-.-



Ya eran las una de la tarde cuando Simone y yo finalmente salimos de nuestro apartamento. El sol resplandecía sobre nosotros y calentaba nuestros pasos, invitándonos a disfrutar del tan magnífico día que nos esperaba. La decoración navideña aún podía apreciarse en algunos locales de la ciudad a pesar de haber pasado ya dos semanas desde dichas fiestas, y el tráfico de personas que recorrían las calles de Sevilla era bastante calmado para tratarse de una capital.


-¿Qué tenemos que comprar en el supermercado, cielo?-


A mi lado, tomando mi pata, caminaba Simone, tan sonriente como siempre. Iba vestido con un jersey que le regalé por su último cumpleaños y unos pantalones vaqueros de color azul claro, un conjunto bastante informal pero que le sentaba bastante bien. Yo, en cambio, me había puesto unos jeans y una sudadera, ambas prendas de color negro.


-Pues deberíamos comprar algo de comida, ¿no crees?- Deduje al recordar lo vacía que había estado nuestra despensa últimamente


Simone asintió.


-Tienes razón.-


-De paso podría buscar un peine nuevo, el mío está un poco viejo ya.- Añadí después


Para acercarme un poco más al zorro, pasé mi brazo por debajo del suyo y lo abracé, pegándome después a él mientras trataba de sincronizar nuestros pasos. Él simplemente me respondió con una sonrisa cariñosa y me siguió la corriente hasta llegar a nuestro supermercado habitual. Entramos en él y accedimos al área de higiene y belleza femenina.


-Aquí deberías poder encontrar tu peine, ¿no?- Supuso mi pareja


-Claro.- Confirmé yo -Pero no sé cuál comprar exactamente…-


La inmensa variedad de cepillos caninos me mareaba. ¿Cuál sería el indicado para mí? Era la primera vez que compraba peines en España. ¿Venderían aquí los que yo solía comprar en Perú, mi tierra natal? ¿En qué se diferenciaban siquiera los unos de los otros? Debería haber investigado un poco antes de lanzarme a ciegas al misterioso mundo de los peines.


-¿Puedo ayudarle en algo?-


Delante de mí apareció una caniche uniformada con un traje de trabajo negro y blanco, unas gafas cuadradas y una tarjeta de identificación colgada de su cuello. Mi visible confusión parecía haberla invocado.


-Pues la verdad es que sí.- Afirmé -Estoy buscando un peine, pero no sé cuál podría adecuarse a mis necesidades…-


La otra canina sonrió comprensivamente, se giró hacia la estantería que tenía a sus espaldas y comenzó a examinar los productos que en ella descansaban, encontrando a los pocos segundos aquello que estaba buscando. Agarró dos cajas de cartón con sus patas y las abrió para mostrarme su contenido.


-¿Qué le parecen estos?-


Los cepillos que la dependiente sujetaba no se asemejaban a ninguno que yo hubiera visto en mi vida.


-Pues…-


-Se nota que no le han convencido, déjeme buscar un poco más.-


Antes de que pudiera responder, la caniche devolvió ambas cajas a su respectivo lugar.


-Quizás estos puedan venirle bien.-


Sus patas exhibieron un nuevo par de peines, esta vez un poco más similares a los que se solían vender en mi país.


-La verdad es que…-


-No, usted necesita algo diferente.-


A mi lado, Simone dio lo mejor de sí para contener una risa. La canina, de nuevo, me había dejado con la palabra en la boca.


-Acompáñeme, conozco el peine perfecto para usted.-


Mi mente se quedó en blanco durante unos segundos. ¿En serio iba a recorrerme medio supermercado en busca de un simple peine?


-Ve tranquila, cariño.- Escuché decir a mi pareja -Yo iré avanzando la compra.-


Sin esperar siquiera una respuesta mía, la dependiente asintió y me hizo una seña con la cabeza para que fuera con ella. Yo no tuve más remedio que seguirle la corriente.


-Lo siento vida, cuando termine esto te llamo al teléfono.- Me disculpé ante Simone


El zorro negó con la cabeza y me guiñó el ojo, despreocupado.


-Sin problema, nos vemos ahorita.-


Para no hacer esperar por demasiado tiempo a la empleada, nos dimos un besito rápido de despedida y nos separamos, tomando rumbo a dos aventuras completamente diferentes. Mientras que él se enfrentaría a la dura tarea de soportar las inmensas colas que se formaban en la sección de alimentación del supermercado, mi labor era la de recorrerme pasillos y pasillos repletos de productos de higiene para encontrar el peine ideal para mi pelaje.



-.-.-.-.-



Varios fueron los pasillos y secciones por los que la caniche me obligó a pasear, mostrándome múltiples y variados productos para el cuidado del cabello. Al final de nuestro pequeño viaje, me vi comprando un paquete con más de cinco peines, uno para cada zona específica de mi cuerpo. ¿Sería aquella una estrategia comercial? Estaba tan cansada de las insistencias de la dependiente que acabé cediendo y adquiriendo justo lo que ella me quería vender.


-Muchas gracias por la compra.- Sonrió la canina -Espero que la disfrute.-


Hice mi mayor esfuerzo para contener la rabia que sentía revolverse en mi interior y traté de parecer amable ante la caniche, camuflando mi frustración detrás de otra sonrisa.


-Gracias a ti.-


Antes de que la dependiente pudiera sorprenderme con otra de sus "estrategias", agarré la bolsa con el producto que había comprado casi en contra de mi voluntad y me alejé lo más rápido posible de aquel lugar.


-¡Vuelva pronto!- Escuché a mis espaldas


-Reza para que no lo haga.- Murmuré


Busqué mi teléfono móvil y procedí a marcar el número de Simón. Mientras esperaba a que contestara la llamada, continué caminando por el supermercado en su busca. ¿Dónde podría estar mi pareja? ¿Habría terminado ya de comprar comida para nuestra despensa?


-¿Cielo?- Sonó desde mi celular -¿Ya terminaste?


-Sí, por fin.- Resoplé


-Dios mío, sí que te ha afectado la búsqueda del peine perdido.- Se burló el zorro


-No me molestes, que me he tenido que recorrer medio supermercado.-


-Bueno, por lo menos habrás encontrado lo que buscabas, ¿no?-


-Más o menos.- Respondí, decepcionada conmigo misma por haber caído en la trampa de la caniche


Simone se quedó en silencio durante unos instantes, desconcertado.


-¿Cómo que más o menos? ¿A qué te refieres?-


-Ya lo verás. ¿Dónde estás, por cierto?- Le pregunté


-Estoy pagando en el sótano. He aprovechado que te lo estabas pasando bien con tu nueva amiga y he comprado todo lo que teníamos en la lista que hicimos ayer por la noche, así que puedes esperarme en las escaleras mecánicas si quieres.-


-Venga, me parece bien. Ahora nos vemos, cielo.- Asentí


-Nos vemos, cariño.-


Tras escuchar el pitido que marcaba el final de la conversación, guardé mi teléfono y tomé rumbo hacia las escaleras mecánicas. Por suerte para mí, poco fue lo que tuve que esperar hasta que mi pareja llegara, cargado con varias bolsas de comida en sus brazos.


-¡Aquí estoy!- Anunció el zorro con entusiasmo -¿Me ayudas un poco, porfa?-


Alegre de estar de nuevo con mi pareja, me acerqué a él rápidamente y le quité algo de peso, aprovechando el momento para comprobar superficialmente lo que había comprado.


-Bien, bien.- Susurré -Espero que no nos haya costado mucho todo esto…-


-¿A qué te refieres, cielo?-


-Bueno…-


Simone no pudo disimular peor su sorpresa al ver el pack de peines que yo había comprado. Sus mandíbulas se separaron ligeramente al ver el precio que había tenido que pagar para adquirirlo, y sus ojos se fijaron en los míos antes de comprobar de nuevo la etiqueta del producto.


-Kiara…-


-Lo sé.- Le interrumpí -No hace falta que digas nada, ya lo hablamos en casa.-


-Bueno, espero que por lo menos sean buenos. Si te han costado tanto será por algo.- Rectificó mi pareja, tratando de ver la situación con un poco más de optimismo


Yo simplemente desvié la mirada, avergonzada. El dinero que teníamos ahorrado no era demasiado, y no podíamos permitirnos gastarlo como yo misma había hecho aquella mañana. Simone, al verme decaída, tomó mis patas con las suyas y me llevó hasta el exterior del supermercado. El regreso a nuestro apartamento fue algo más silencioso de lo normal, rozando lo incómodo. Simone parecía estar decepcionado conmigo por haberme gastado tanto dinero en el supermercado, pero eso no le impidió romper el hielo una vez estuvimos de vuelta en nuestro apartamento.


-Vamos, cariño, que tampoco ha sido para tanto.- Me dijo


-Ya, pero me siento tonta.-


El zorro sonrió y negó con la cabeza, dejando las bolsas de la compra en la cocina y guardando todo lo frío en la nevera, organizando de paso la despensa mientras comprobaba las fechas de caducidad de los productos más antiguos.


-Que no te preocupes, cielo.- Insistió -Ahora relájate, que hoy es sábado y no tengo muchas ganas de cocinar.-


-¿A qué te refieres?- Le pregunté, confundida


-¿Te gustaría comer en la calle?- Me ofreció alegremente, sacando de uno de sus bolsillos su cartera y verificando si tenía dinero en efectivo -Total, nunca sabremos cuando puede haber un apocalipsis, ¿verdad? Tu sueño podría tratarse de una profecía.- Se rió


Yo permanecí en silencio durante unos instantes.


-¿Pero no se supone que teníamos que ahorrar dinero?-


-¿Le quieres preguntar eso mismo a tu amiga la caniche para ver qué te dice?- Se mofó Simón


-No tiene gracia, me dejaste tirada.- Le repliqué -Si no me hubieses dejado sola, no habría comprado esto.- Añadí, mostrándole el paquete de peines antes de colocarlo de nuevo en su respectiva bolsa


-Te estoy molestando, cielo, no te lo tomes en serio.-


-Ya lo sé oye. ¿Dónde comeríamos, por cierto?-


-Pues…-


El zorro, pensativo, acarició su mentón y se subió ágilmente sobre la encimera. Se sentó en ella y agarró un montoncito de papeles que descansaba en uno de sus laterales.


-La verdad es que no lo sé.- Admitió mientras pasaba las hojas lentamente, analizando su contenido


Los folletos que Simone sujetaba eran cartas de varios restaurantes de nuestra zona, bastante útiles para ordenar comida a domicilio o, en casos como este, buscar algún lugar al que ir con tu pareja. Hamburgueserías, buffets, asadores… El zorro iba descartando uno a uno todos los menús que veía, chasqueando la lengua de vez en cuando en señal de decepción.


-¿Qué pasa, amor? ¿No encuentras nada que te guste?- Supuse


-Nada de nada, pero quizás… ¡bingo!-


Aquella última exclamación me tomó por sorpresa. Curiosa por saber qué había despertado aquella emoción tan repentina en mi pareja, me acerqué a él y me senté a su lado.


-¿Qué te parece algo de comida italiana, cielo?- Me propuso antes de ofrecerme la carta del restaurante en cuestión


-Lo veo bien, sería incapaz de decir que no sabiendo la ilusión que te hace.- Reí


-Entonces ya estaría.- Concluyó él, alegre por mi decisión


Simone ordenó nuevamente los demás folletos y los colocó en su lugar, manteniendo en sus manos el del local elegido para comprobar su número telefónico. Entretanto que mi pareja llamaba para reservar una mesa, fui al cuarto de baño para guardar mis nuevos peines y, de paso, comprobar que estuvieran en buen estado. Todos parecían estar perfectamente, así que aproveché para estrenarlos y probar su calidad.


-Con estos peines puedes cepillar cada parte de tu cuerpo con el cuidado que se merece. ¡Vas a quedar divina!-


Las palabras de la caniche del supermercado cruzaron mis pensamientos. ¿Serían sinceras? Recé por ello y agarré el cepillo que, en teoría, debía usar en el cabello de mi cabeza, lista para darle una oportunidad. Mi asombro fue grande al descubrir que, a pesar de mis bajas expectativas, el nuevo peine había hecho un trabajo bastante notable.


-Menos mal.- Susurré aliviada


Mi pelaje se veía más suave y elegante que de costumbre, y no había dado problema alguno durante el cepillado.


-¡Cariño, ya he reservado mesa!-


Mi deseo de seguir probando los nuevos peines se desvaneció al escuchar la llamada de Simone, quien no tardó en aparecer por la puerta del baño con una sonrisa esbozada en su rostro.


-Ve preparándote, cielo, que salimos en quince minutos.- Me anunció el zorro


-Claro.- Asentí yo


-Esa es mi loba.-


Antes de que pudiera hacer nada por evitarlo, mi pareja colocó una de sus patas sobre mi cabeza y la movió de un lado a otro superficialmente, desbaratando al instante mi peinado. Yo lo maldije en silencio y lo empujé de nuevo al salón, encerrándome después en el aseo para poder restablecer tranquilamente el orden en mi pelaje. Me costó bastante conseguirlo, pero el resultado final había merecido completamente la pena. Una vez lista y preparada, salí a reencontrarme con mi pareja, quien ya parecía estar esperándome en la entrada del apartamento.


-¿Nos vamos ya, amor?- Me preguntó


-Claro, estoy lista.- Confirmé sonriente


-Vamos entonces.-


Simone tomó el pomo de la puerta principal, tiró de él y me invitó a pasar primera. Yo acepté y salí de nuestro apartamento.


-Qué caballeroso.- Comenté en claro tono de burla


-Todo por la señorita Kiara, mi alteza…- Respondió el zorro con una reverencia claramente exagerada


-Oh vamos, no seas tan tonto, que vamos a perder la reserva por llegar tarde.-


Preocupada por la posibilidad de que algún vecino nos viera haciendo tales estupideces, tomé la pata de mi pareja y negué con la cabeza.


-A sus órdenes.- Murmuró él


-Así me gusta.-


Simone dejó escapar una risita y me siguió hasta la salida de nuestro bloque de pisos, mencionándome por el camino lo mucho que le gustaba mi nuevo peinado. ¿Significaba eso que había hecho algo bueno al comprar aquel paquete de cepillos? Aún no los había probado todos, pero la experiencia con el primero de ellos fue sorprendentemente satisfactoria. A lo mejor podría usarlos esta noche, creo que sería una sorpresa bastante satisfactoria para mi pareja.



-.-.-.-.-



Un agradable perfume de comida casera italiana embaucó mi olfato, seguido de un suave aroma de vino de alta gama. El restaurante que había elegido mi pareja aparentaba ser bastante lujoso, probablemente dirigido a un público más adulto y obviamente adinerado. A pesar de ello, Simone no vaciló lo más mínimo y se acercó al recepcionista, un íbice vestido de etiqueta cuyo acento resultaba insólito para mis oídos.


-Buenas tardes, sean bienvenidos- Nos atendió el carnero -¿Tenéis reserva?-


-Sí, a nombre de Simone.- Respondió mi novio


Luego de comprobar su lista de reservas, el recepcionista asintió y nos acompañó hasta nuestra mesa, sirviéndonos allí un palito de colines y pan en rodajas para picar mientras esperábamos a nuestro camarero. El ambiente del local era tranquilo y acogedor, decorado con múltiples cuadros, platos y macetas que colgaban en las paredes de este. La cocina era abierta, únicamente separada del comedor principal con un muro bajo de piedra, y los camareros parecían tratar a sus clientes con una cortesía excelente.


-Qué bonito es este restaurante, no sé por qué no hemos venido antes.- Comentó Simone, observando maravillado sus alrededores


-La verdad es que sí, es precioso.- Confirmé yo -¿Dónde conseguiste su carta, por cierto?-


-La cogí de un quisco. Había un panel con muchas cartas colgadas, así que me llevé unas cuantas por si acaso. Y mira, han servido de algo.-


-Pues sí, ya tenemos planes para los próximos fines de semana.- Sonreí


A nuestra mesa llegó otro animal uniformado, algo más bajito y con una libreta de papel en sus manos. Sus orejas eran altas y puntiagudas, y su hocico era pequeño y bastante lindo. Tardé un rato en deducirlo, pero el camarero que nos iba a atender aquel día era un fénec.


-¿Os puedo servir alguna bebida?- Nos preguntó amablemente -Tenemos vino en oferta, por si desea echarle un vistazo a la carta de vinos.-


-Yo tomaré una coca-cola zero, gracias.- Se decantó Simón -¿Tú qué vas a querer, amor?- Se giró después hacia mí, sonriente


-Yo quiero otra coca-cola, pero normal.-


El feneco asintió, escribió nuestra orden en su libretita y nos ofreció el menú completo del restaurante. Además de eso, colocó un pequeño aparato de plástico en el centro de nuestra mesa.


-Tocad este botón- Nos explicó, señalando el interruptor que había en la parte superior del dispositivo -cuando hayáis decidido lo que queráis comer. Cuando lo pulséis, vendré y os tomaré nota.-


-Perfecto.- Asentí antes de agarrar la carta que nos había dejado, abriéndola por la primera página y comenzando a leer su contenido, tratando de encontrar algún plato que me llamara la atención


-Ahora cuando nos decidamos le llamamos.- Oí decir a mi pareja


-Entonces iré a por sus bebidas.-


El camarero tomó rumbo hacia la cocina y nos dejó, de nuevo, a solas. Tanto Simone como yo centramos toda nuestra atención en el menú del restaurante, observando con asombro la variedad de comidas que allí se servían. Habían pastas, pizzas, lasañas, ensaladas… Todo tipo de platos italianos.


-Creo que probaré la pasta al pesto. Hace mucho que no la como, no me atrevo a cocinarla sin mi padre delante.- Dijo Simone con una leve risita al final


-Pues la verdad es que yo no sé qué pedir.- Admití -Hay tantas cosas que quiero probar…-


-No te preocupes amor, ni que esta fuera nuestra última cita.- Bromeó el zorro


-Nunca se sabe.- Respondí sonriente


-Exacto, nunca se sabe.- Nos interrumpió una tercera voz -¿Me permite recomendarle un plato a la señorita?-


Cargado con dos botellines de refresco y un par de vasos de cristal, el feneco que nos atendió segundos atrás apareció de nuevo, sirviendo nuestras bebidas en un abrir y cerrar de ojos.


-Claro, no veo por qué no.- Acepté, colocando la carta a un lado y dejando que el camarero me aconsejara


-Perfecto, porque en este restaurante servimos una lasaña de carne sintética espectacular. Pero si desea tomar algo un poco más ligero, puedo pedirle una ensalada César o, si prefiere un término medio, un plato de pasta a la boloñesa.-


El fénec sacó su libreta, atendió a mi pareja y permaneció a la espera de mi decisión final. Las tres comidas que había mencionado resultaban, a priori, bastante apetecibles, pero mi estómago rugía tanto que me vi obligada a decantarme por el plato fuerte.


-Creo que tomaré la lasaña de carne sintética.- Anuncié finalmente


Con un rápido movimiento de muñeca, el camarero apuntó nuestros pedidos y asintió con la cabeza.


-Una increíble decisión.- Comentó -Me llevo esto porque al final no ha hecho falta.- Añadió, agarrando el timbre que nos había dejado antes -Normalmente, los clientes suelen tardar más en decidirse, pero ustedes han sido bastante rápidos.-


-Tenemos tanta hambre que podríamos comernos el menú entero.- Bromeó Simón


-Me encargaré de decirle al chef que les llene bien el plato entonces.-


Ambos zorros intercambiaron miradas de complicidad y se despidieron con un rápido movimiento de cabeza. El feneco dio entonces media vuelta y se dirigió nuevamente hacia las cocinas, cantando nuestro pedido una vez en su interior.


-Cualquiera diría que ya os conocíais de antes.- Me aventuré a decir


-Cosas de zorros, no lo entenderías.-


Simone esbozó una sonrisa juguetona y me guiñó el ojo con picardía. Yo simplemente dejé escapar una risita y meneé la cabeza, tomando después sus patas con las mías y disfrutando de aquel momentáneo silencio. A nuestro alrededor reinaba un ambiente bastante tranquilo y acogedor, decorado con una música lenta y tenue, idónea para la situación.


-¿Qué te parece por ahora la cita? Nada mal, ¿eh?- Rompió así el hielo Simón, acariciando mis dedos mientras soltaba un suspiro relajado


-Para nada, me está encantando.- Respondí yo -Deberíamos hacer esto más a menudo, investigar nuevos lugares.-


-No te falta razón, mañana mismo comienzo a buscar más lugares como este.-


-Estaría increíble, cariño.-


-¿Te acuerdas cuando hablábamos de montar un restaurante español-italiano en Perú? Yo aún recuerdo el nombre que pensé para él.-


-Era algo así como "El mestizo", ¿no?-


-Exacto. Veo que tienes buena memoria, cariño.-


-Como para no acordarme de nuestro restaurante imaginario.-


Las mejillas de Simone se sonrojaron levemente y su mirada de desvió durante unos segundos. A pesar de contar con más de cinco años en nuestra relación, el zorro seguía siendo tan tímido como siempre. Yo sonreí y le di un pequeño sorbo a mi coca-cola, picando después unos cuantos picos para calmar, al menos por ahora, mi apetito.


-¿Crees que tardará mucho la comida?- Le pregunté a mi pareja -Me muero de hambre.-


-Pues espero que no se demoren demasiado. Tú tranquila, cariño, yo tengo ojos en la cocina.-


-Lo sabía, el feneco y tú estáis compinchados.-


-Vaya, me has pillado. Eres buena, detective Kiara.-


-Por favor, no tenías ninguna posibilidad.- Fanfarroneé, siguiendo el juego de Simone


Ambos reímos y seguimos picoteando y conversando alegremente, disfrutando de la velada que aún teníamos por delante. Nuestros platos principales tardaron en llegar, pero la espera valió la pena en cuanto tomé el primer trozo de mi lasaña. La textura y el sabor de la comida casera invadieron mis papilas gustativas, y la pasta al pesto de mi pareja parecía estar igual de buena a juzgar por las expresiones faciales que el zorro esbozaba. Simone compartió su comida conmigo y yo compartí la mía con él, ordenando después unas cuantas tapas más para probar los platos que nos interesaban. La cita transcurría excepcionalmente bien, no podía ponerle pega alguna. El ambiente era agradable, los camareros eran amables, la comida era buena y la compañía de mi pareja era, sin lugar a dudas, irremplazable.



-.-.-.-.-



El tiempo pasó volando delante de mis narices. La hora y media que habíamos estado en aquel restaurante había parecido escasos minutos, y solo me di cuenta de ello cuando nos terminamos el postre y nos tocó pagar la cuenta. Nuestro camarero, el feneco, nos trajo el ticket a la mesa y nos despidió con una sonrisa, deseándonos un buen día e invitándonos a volver pronto al restaurante. Mi pareja, tras pagar lo que debíamos, guardó su cartera en el bolsillo izquierdo de su pantalón y, juntos, salimos del local, encontrándonos de nuevo caminando por las calles de Sevilla.


-Estoy más que satisfecha.- Comenté alegremente, tomando una de las patas de mi pareja


-Me alegro de que tú también lo hayas disfrutado amor, ha estado increíble.- Respondió él -La próxima semana tendremos que probar otro restaurante.- Añadió después


-Claro, amor, ya veremos cuál.-


Sentí el brazo de Simón rodear mis caderas, arrimándome a él cariñosamente mientras paseábamos. Yo apoyé mi cabeza en su hombro y dejé que él guiara el camino hacia casa, percatándome casi al instante de que había tomado un pequeño desvío para pasar por una calle algo más tranquila y silenciosa. O al menos, parecía serlo hasta que una motocicleta la atravesó a una velocidad que rozaba lo ilegal. No logré ver con claridad quién la conducía, ni siquiera la especie a la que pertenecía. Lo único que pude observar fue una caja colorida enganchada en su parte trasera. ¿Sería la moto de un repartidor de comida?


-Dios mío, ese tío está loco.- Susurró mi novio mientras observaba por encima del hombro al motociclista, quien desapareció tras una esquina a los pocos segundos


-Menos mal que por aquí pasa poca gente, se podría haber llevado a alguien por delante.-


Algunos vecinos se asomaron por las ventanas de sus apartamentos con curiosidad, pero, al ver que no había pasado nada, volvieron a encerrarse, decepcionados. Mi pareja y yo ignoramos lo sucedido y seguimos con nuestro paseo, dirigiéndonos ahora hacia un parque situado cerca de nuestro bloque de pisos. Hacía mucho que no pasábamos por aquel lugar, tanto que casi había olvidado lo agradable que era sentir el fresco aroma de los árboles, o escuchar el revoloteo de las hojas caídas. La universidad no nos había dejado ni un solo respiro aquel último cuatrimestre, por lo que volver a caminar por aquel parque me traía muy buenas vibraciones y, además, bonitos recuerdos. Mi ciudad natal, Lima, contaba con un montón de parques por los que pasear con tus amigos. Sevilla tampoco estaba mal, pero no tenía ni punto de comparación con la capital peruana. Simone, al ver que me había quedado callada de un momento a otro, decidió acercarse a un banco e invitarme a sentarme a su lado, sonriente. Yo acepté y me acurruqué en su cuerpo, acercando mi cabeza a su pecho para escuchar el relajante latir de su corazón. Ninguno de los dos dijo nada. Simplemente disfrutamos del silencio y del reconfortante calor de nuestros cuerpos, dejando que la tarde transcurriera pacíficamente mientras observábamos el pasar constante de parejas que, como nosotros, gozaban aquella tarde de sábado. Sin embargo, nuestro joven espíritu no tardó en manifestarse, pidiéndonos a gritos que siguiéramos caminando y redescubriendo la zona. Durante nuestro paseo nos encontramos con varios quioscos repletos de revistas, bolsas de patatas fritas y cajas de golosinas, por lo que no pudimos resistir la tentación de pararnos en uno de ellos para comprar unas cuantas chucherías para el camino de vuelta. Simone compró una bolsita de mis golosinas preferidas y tomamos rumbo hacia nuestro apartamento, esta vez tomando una ruta más directa para llegar rápido a casa y trabajar en nuestras tareas pendientes, tanto hogareñas como universitarias.


-Esta tarde ha sido perfecta, ¿verdad? El restaurante en el que hemos comido tenía un ambiente bastante agradable, y la comida estaba muy buena.- Destacó Simón -Me ha encantado estar así contigo, hacía bastante que no nos dábamos el lujo de visitar sitios nuevos.-


-Ay, cariño, y que lo digas.- Sonreí -Pero la velada nos ha costado cara, eso no se lo quita nadie.- Bromeé después


-Valió la pena.-


La calle que tomamos en nuestro viaje de vuelta era un poco más movidita que la anterior, siempre transitada por largas filas de coches y por un flujo constante de personas que, a juzgar por su aspecto, regresaban a sus casas tras una larga jornada laboral. El movimiento y el ruido era pan de cada día en aquella zona de la ciudad, pero, aun así, algo captó la atención de todos los transeúntes, mi novio y yo entre ellos. Una ambulancia atravesó la carretera apresuradamente, haciendo sonar su sirena junto a las de un grupo de coches patrulla que la escoltaban.


-Hoy se está saliendo todo de control, ¿eh?-


La voz de Simón apenas se escuchaba con tanto alboroto, pero, por suerte para nosotros, la ambulancia y los vehículos que la acompañaban pasaron de largo a los pocos segundos. La situación se calmó eventualmente y todo pareció volver a la normalidad.


-Y que lo digas. ¿Crees que esto tiene algo que ver con el motorista de antes?-


-Lo dudo, cielo. No creo que una conductor temerario cause tanto revuelo.-


Yo giré mi cabeza hacia la calle por la que la ambulancia había desaparecido y permanecí, sin resultado, a la espera de algún tipo de pista que me ayudara a deducir lo sucedido.


-Qué raro.- Murmuré extrañada


Sin darle demasiadas vueltas al asunto, mi pareja y yo retomamos nuestro paseo y seguimos conversando sobre la cita de aquel mediodía, mencionando otros lugares que podríamos visitar en un futuro y debatiendo la cena que tomaríamos aquella misma noche.



-.-.-.-.-



El asesino fue disparado seis veces en el pecho por su propio psiquiatra y calló por el balcón de la casa de su víctima. Así terminó la película que Simón decidió poner en la televisión mientras cenábamos, una película que queríamos ver desde meses atrás pero que no encontrábamos el momento indicado para disfrutarla. En una de mis patas sujetaba mi hamburguesa vegetal y, en la otra, el mando a distancia del televisor. Mi pareja, que ya había acabado de cenar, aprovechó que la película había terminado para sacar los postres y, con ellos, terminar el día de la manera más dulce posible: para mí sacó un pedacito de tarta de limón y para él sacó uno de chocolate.


-¿Te ha gustado la película, amor?- Me preguntó sonriente tras servirme mi pastel


-Me ha gustado mucho, cielo. Un poco sangrienta, pero se disfruta.- Le respondí, colocando en mi regazo el plato que me había dado y procediendo a tomar un trozo de mi postre


-Me alegro cariño, es un clásico que me gustó mucho de joven.- Comenzó a relatar Simón -Lo descubrí gracias a Dead by Daylight, ¿te acuerdas?-


-Como para no acordarme, te ponías pesado conmigo cuando jugábamos juntos a ese juego.-


El zorro dejó escapar una risita burlona y se sentó a mi lado, devorando en pocos segundos su trozo de tarta y dejando el plato a un lado, pasando después sus patas por mis piernas mientras se acercaba a mí, juguetón.


-¿Cuándo no me pongo pesado contigo, cielo?- Me preguntó con picardía, paseando sus dedos por mis pantalones -No sé cómo es que sigues soportándome.-


Un ligero escalofrío recorrió mi espalda al sentir el tacto de mi pareja por mi cuerpo, sensual a la vez que delicado. Solté un suspiro pesado y sonreí tímidamente, colocando mi pata sobre la de Simón mientras esta última recorría de arriba abajo mis muslos.


-Algo bueno tendrás, ¿no crees?- Susurré, siguiendo su juego al girar mi cabeza hacia la suya y acercar mis labios a los suyos, desembocando en un beso apasionado


-No sé. Eso tendrás que decírmelo tú, cariño…-


-¿Ah, sí? Yo creo que ya sabes lo mucho que me gustas, corazón.-


Antes de seguir con el jugueteo, decidí sentarme en el regazo del zorro y rodear su cuello con mis brazos, colocando mis piernas a los laterales de las suyas mientras sonreía. Simón no dudó ni un instante en colocar sus patas sobre mi cintura, continuando así con sus caricias.


CENSURADO

 

CENSURADO


Solté una risita y me acurruqué con Simón en la cama, haciéndome una bolita contra su cuerpo mientras lamía su pelaje en señal de afecto.


-Sí, ahora toca "mimir".- Asentí


-¿Y no vas a lavarte, cielo?-


-Ya mañana, cariño, que ahora quiero descansar.-


Simón meneó su cabeza de un lado hacia otro y esbozó una sonrisa complaciente.


-Lo tuyo no tiene remedio, Kiara.- Bromeó, estirando uno de sus brazos hacia el interruptor de la luz -Buenas noches anda, que sueñes con los angelitos.-


-Buenas noches, amor.-


Sin decir nada más, cerré los ojos y me centré en escuchar la relajada respiración de Simón. Dejé escapar un último suspiro y caí dormida sobre su pecho, contando las ovejas al ritmo del latir de su corazón.


 

Si quieres comentar o criticar este escrito, siéntete libre de hacerlo. Cualquier feedback será aceptado siempre y cuando sea respetuoso, sin importar que sea positivo o, por el contrario, negativo.


¡Gracias por leer!

forest-931706_1920.jpg

ONE-SHOTS

Historias cortas capaces de expresar mucho en muy poco. ¿Por qué no les echas un vistazo?

bottom of page